Encuentro entre la tradición y la modernidad - Buscando la esencia del tango

Nota escrita por Ute Neumaier, Buenos Aires, publicada en la revista alemana Tandadanza, Nro. 46, abril 2011

El tango se está moviendo, ¿adónde va? Después de muchos intentos para renovar, después del distanciamiento de la tradición y después de haber vuelto a recordar las antiguas tradiciones, el debate de los últimos tiempos gira, sobre todo, alrededor de una pregunta: ¿Cómo el tango puede seguir desarrollándose sin perder su esencia?

Tres personajes, que no podrían ser más distintos, emprendieron juntos la búsqueda de una respuesta: Carlos Pérez y Rosa Forte, íconos del Tango Salón, y el “joven rebelde”, Gabriel Glagovsky, que con los años se amansó.

Carlos Pérez y Rosa Forte son pareja desde hace 55 años. Desde 1996 son los organizadores de la práctica en el Club Sunderland, en el barrio de Villa Urquiza, en Buenos Aires, de la que salieron los campeones de tango de salón de los últimos seis años. Pero, pese a todo su éxito, Rosa y Carlos siguen siendo humildes. En su corazón hay suficiente espacio para todos los jóvenes bailarines. Muchas veces, los que carecen de recursos y nunca podrían darse el lujo de tomar una clase con ellos, la tienen igual, sin interés ninguno. Porque la misión de Carlos y Rosa es devolverle al tango lo que él les dio a ellos.

Gabriel Glagovsky (38, excontador) es el fundador de Tango Cool, una práctica joven y exitosa en el Club Villa Malcolm. Primero, roquero; y, desde 1998, tanguero, a Gabriel se lo conoció como el idealista y el “enfant terrible” del mundo del tango joven. Convencido de sí mismo y de sus ideas, trabaja sin parar en muchos proyectos. El más importante de ellos es llevar adelante este intercambio entre el tango tradicional y el moderno. Para Gabriel, el tango es, además de ser una responsabilidad social, un bien cultural que hay que proteger. 

Ustedes vienen de universos tangueros completamente distintos. ¿Cómo se conocieron?

GABRIEL: Se dio en 2007, fue más bien un encuentro infeliz. Yo debía bailar con mi pareja de aquel entonces, pero, cuando empezamos, no funcionó para nada. Luego de varios intentos, abandonamos, y no hubo ningún show. ¡Fue de terror! Estaban todos los bailarines, los profes y los milongueros. Después, Carlos se acercó a mí y me dijo: “Me gusta lo que hacés. ¿Por qué no venís y tomás algunas clases conmigo?” Fue el único que me dirigió la palabra.

ROSA: Yo me enojé y le pregunté: “¿Por qué hacés estas cosas?”. Pero él es así. Le encanta la gente seria, que tiene talento y que respeta al tango; y a ellos dedica su tiempo.

CARLOS: Cuando algo me gusta, no puedo retenerme. Me hace feliz poder transmitir lo que sé y ver como la gente crece y sigue su camino. A veces me enojo también con los que tienen talento y no lo usan o se pierden en el camino. Con ellos tomo la postura del profe estricto que, normalmente, no soy.

¿Ahí nació la idea de organizar un encuentro entre el tango moderno y el tango tradicional?

GABRIEL: Tan rápido no. Pasó un tiempo hasta que llegamos a eso. Primero fui a la práctica de Carlos y Rosa. Debido a las clases con ellos, estuve continuamente expuesto a las dos “escuelas”; y, con el tiempo, nació el concepto.

En mayo de 2010, se realizó, en Bassano del Grappa, en Italia, el Festival-TangoEtnia bajo el nombre Tango clásico – Tango moderno con tres parejas de bailarines. Las autoridades del tango salón tradicional fueron Carlos y Rosa; Silvia Rossato y yo que representamos al tango moderno; y Laura Meló y Ricky Barrios, que bailan desde los años ochenta, representaron la generación intermedia. Hubo clases en conjunto y por separado, una práctica en el estilo de Tango Cool y otra en el del Sunderland. Hubo una charla en la que se mostraron, a través de videos, bailarines que representan distintos estilos y así la evolución del tango. Y en la piazza, organizamos un baile gratuito y abierto para todo el pueblo, para los que bailaban y los que no, porque queríamos acercar el tango también a los que aún no lo conocían.

Nuestro objetivo fue revelar lo que los estilos tienen en común, mostrar cómo se distinguen y cómo se pueden complementar, y encontrar una respuesta a la pregunta de cómo el tango puede seguir desarrollándose sin perder su esencia. Fue una retrospectiva, un volver a lo de antes, al tango como fenómeno social, al abrazo cerrado y eso…, después de toda esta tendencia diferente que había predominado en el tango joven. En una clase tratamos el tema de bailar en una pista repleta, en armonía con los demás y respetándolos. ¡No te podés imaginar cómo había cambiado el baile de los alumnos cuando los vimos milonguear a la noche! ¡Además, en el evento había hombres que lloraron al ver bailar a Carlos y a Rosa; se emocionaron tanto!

¿Qué conmovió tanto a la gente? ¿Qué fue tan distinto comparado con otros festivales?

CARLOS: Primero la gente dudaba, pero, cuando se dieron cuenta de cómo somos y cómo hacemos las cosas, el hielo se rompió. Tal vez eso se deba más a nuestra forma de ser como seres humanos y no a nuestra forma de enseñar o bailar.

GABRIEL: Los extraordinarios fueron Carlos y Rosa, te llegan al corazón, en la vida y en el baile. Algunos milongueros que hoy en día se festejan no fueron grandes bailarines en el pasado, pero hoy son considerados como tales solo porque todavía están. Pero Carlos ya fue conocido de joven.

Carlos levanta un cartel de 1958 en el que fue anunciado:Carlitos y pareja“, y nos explica que, en aquel entonces, solamente se mencionaba con su nombre al bailarín, y a la mujer no, porque era un detalle secundario.

Hoy en día, muy a menudo, se habla de profes célebres de los cuales algunos son más bien una catástrofe para sus alumnos que otra cosa. Y por otro lado, hay maravillosos maestros que no andan por las milongas haciendo marketing o siguiendo las tendencias actuales. Carlos y Rosa forman parte de ellos, dan hermosas clases, tienen éxito y no consideran al tango como un negocio, por más que ganen dinero con él. Carlos enseña por amor, con pasión e idealismo, y esto es algo que hay que dar a conocer.

Ustedes bailan muy distinto. ¿Qué es lo que los une?

CARLOS: Lo vi bailar a Gabriel y me vi a mí de joven. Lejos de ser parecidos, hay algo en lo que coincidimos. Sus movimientos son los de una persona joven: rápidos, livianos y sueltos. Los nuestros son más pesados, reducidos y tienen más años. Creo que es su cualidad de movimiento que nos une.

ROSA: Para mí es su musicalidad.

GABRIEL: Quizás es la sinceridad con la que nos acercamos al tango. El fenómeno del maestro de tango es algo que empezó recién en los años noventa. Al principio, enseñar tango era algo que hacía la gente grande y que no tenía gran reconocimiento; y mucho antes de eso, no hacía falta porque el tango se enseñaba unos a otros y en casa. Pero también coincidimos en nuestro concepto sobre la enseñanza; por ejemplo, estamos de acuerdo en que la marca no viene únicamente desde el pecho del hombre. Carlos no bailó durante treinta años y no se enteró de esta moda de que el hombre guía con el pecho. Yo también me alejé de ese concepto. El cuerpo de la pareja tiene cuatro piernas: hay un centro compartido y si uno se mueve en relación con este centro, la pareja también reacciona, de forma automática, sino se caería.

La verdad, eso me sorprende. Siempre pensé que el hombre marca con el pecho. Carlos, ¿cómo lo hacés?

CARLOS: Con el brazo. Lo del pecho lleva fácilmente a que los hombres se endurezcan o aprieten a la mujer demasiado. Para ellas, el abrazo del hombre no debería ser un problema, sino un agrado, un placer. Y hay que ser caballero en el baile. Kyoko, la campeona de 2009, dijo que yo tenía el mejor abrazo del mundo. Creo que solamente quiso decir que mi abrazo se siente lindo, que es suave.

ROSA: Me lleva con todo el cuerpo, me parece que todo en él me lleva.

Gabriel, conozco tus clases y las de Carlos y Rosa. ¡No veo cómo las dos cosas pueden andar juntas, son tan distintas! ¿Cómo fue exactamente en Italia?

CARLOS: Fue bastante improvisado. Hoy lo tenemos más desarrollado y revelamos más aún como los dos estilos de enseñanza se pueden complementar y enriquecer.

GABRIEL: Por ejemplo, lo típico del tango salón es esta forma de caminar sin levantar los pies, que en castellano llamamos caminar a tierra. Carlos explicó cómo, y yo lo completé con un ejercicio con el que pudieron darse cuenta y sentirlo. Las explicaciones de Carlos fueron las de antes, más ilustrativas, prácticas; las mías fueron más juguetonas y reflejaban la manera de explicar movimientos en la actualidad. Pero ambas cosas llevaron al mismo resultado y se potenciaron.

ROSA: Gabriel conecta “nuestro” tango con elementos modernos y lo mismo hizo en Italia. Transmitió la energía, lo dinámico de su baile joven; y nosotros, lo tranquilo, lo suave del nuestro; y los alumnos pudieron aprovechar ambas cosas e integrar lo que más les gustaba.

CARLOS: En las milongas del evento, a la noche, nos dimos cuenta de lo que necesitaban los participantes, lo que les faltaba. Y cuando al día siguiente lo enseñábamos, hablábamos siempre de distintas perspectivas, pero llegábamos al mismo resultado.

Volvemos atrás en el tiempo. ¿Cómo empezó tu vida con el tango, Gabriel?

GABRIEL: Fue en 1998. Empecé con Chiche y Marta, Fernando Galera y Vilma Vega, Julio Balmaceda y Corina de la Rosa, Eduardo Capussi y Mariana Flores, entre otros. Recién después de un tiempo, llegué al tango moderno y conocí a otra generación de profesores, como Damián Essel y Nancy Louzán, Chicho Frumboli y Eugenia Parrilla, Fabián Salas y Carolina del Rivero, Gustavo Naveira y Giselle Anne. Pero había cosas en las clases que no me gustaban: paso básico, secuencias y figuras. No me cerraban porque en la milonga no se podían usar.

El Tango Nuevo nació del intento de tomar elementos del Tango Escenario y modificarlos para que se puedan bailar en una milonga. En los años ochenta, bailarines de escenario, como Roberto Herrera y Vanina Bilous, crearon nuevos movimientos para sus espectáculos, que los bailarines jóvenes de los años noventa modificaron. Pero lo que salió de ahí fue demasiado alejado de la realidad del baile y no me convenció tampoco.

Nosotros, en aquel entonces, queríamos enriquecer el tango con elementos jóvenes; no queríamos inventar ningún tango “nuevo” y tampoco romper con el “viejo”. En 2003, alquilamos, con otros bailarines, una sala para practicar. Entre ellos, estaban Ismael Ludman, Mariela Pandelo, Felipe Slimovich, Mario de Camilis, Paula Ferrío, Pablo Kliksberg, Guillermo Cerneaz y Paula Rampini. Más tarde organizamos fiestas, primero para nuestros amigos y después para toda la gente joven del tango. Fue muy bien recibido, porque había solo milongas tradicionales con gente grande. Después cerraron el galpón por cuestiones de seguridad, y nos mudamos al Villa Malcolm.

Carlos y Rosa, su biografía de tango se desarrolló completamente distinta, ¿verdad?

CARLOS: Sí, yo empecé a los doce años. Era el más joven de todos, y los más grandes me llevaban a los bailes. Era alto, parecía mayor y siempre me ponía corbata. Los grandes milongueros, todos entre diez y quince años más que yo, me apoyaron: Gerardo Portalea, José Vásquez Lampazo, Eduardo “Parejita” Pareja, Mingo Canónico, Osvaldo “Nene Fo” Mossi, “el Gallego”, Alberto Villarrazo. Me decían: “¡Pero no te rías!, si no, se dan cuenta de lo joven que sos”. ¡Todo lo que hicieron para conquistar a las chicas! Pero yo no era una competencia para ellos, era demasiado joven. Por eso hasta les decían a las mujeres que bailaran conmigo. Así pude aprender con facilidad y muy rápido.

ROSA: Yo tenía diecisiete. A los diecinueve, mis hermanos mayores me llevaron a un baile. Mis padres no lo supieron. Recién cuando conocí a Carlos, se enteraron y no me dejaron salir más. Después de comprometernos, me dejaron volver a ir, pero solamente con mis hermanos.

CARLOS: Mis padres tampoco querían que yo me moviera en este ambiente dudoso. Las milongas argentinas nunca fueron un buen ambiente, no lo fueron ayer y no lo son hoy en día tampoco. Había gente rara, gente de mal vivir. Se trataba, en un noventa por ciento, de las mujeres; y en un diez, del baile. Hoy, por desgracia, el mundo del tango llegó a ser algo muy comercial, un negocio, donde el dinero es lo más importante. Eso arruina mucho. Pero, en aquel entonces, no sabía nada de eso, y con todas las ganas iba a bailar alrededor de 21 veces por semana. Tres veces por día, por supuesto (se ríe). Antiguamente, un bailarín tenía más éxito con las chicas que un galán de cine.

ROSA: No fui a bailar tanto como él y no conocí tantas milongas, a algunos bailes no me llevaba, le gustaba ir solo.

CARLOS: Sí (ríe), por ejemplo, al Club de Estudiantes de Buenos Aires, un club con techo de paja. ¡Qué lindas mujeres había! Todas las milongas se organizaban en canchas de básquet sin techo. Algunas de ellas siguen existiendo, por ejemplo, el Sunderland y El Oeste, pero hoy en día tienen techo (risa).

GABRIEL: Me contaron que en los años setenta, en el Villa Malcolm, se echó a toda la gente que bailó mejilla contra mejilla.

CARLOS: Nunca escuché eso. Lo que hoy se ve, en milongas como Cachirulo, que se usa un silbato cuando alguien baila y no respeta las reglas; eso no existía en ningún lugar. Es una mentira, pero una simpática. Los hombres y las mujeres tampoco estaban sentados por separado. Estaban separados en el sentido de que las mujeres estaban sentadas y los hombres de pie en otro lugar. Igual, el Cachirulo tiene algo de antes: gente muy bien vestida.

ROSA: La forma de vestir siempre fue algo muy importante. Los hombres podían entrar en los bailes únicamente con traje y corbata. Había cuidadores de pista que se fijaban que hubiera solo gente bien vestida y que nadie le faltara el respeto al otro. Pero todo eso se hacía de forma muy discreta.

Rosa, ¿no te molestó que Carlos haya ido a bailar sin vos?

ROSA: ¡Obvio que sí! Pero lo tuve que aceptar, no me quedaba otra. Menos mal que al principio no lo sabía (se ríe).

CARLOS: En aquel entonces, en ciertos círculos sociales, no se decía si uno bailaba tango. Hoy es un elogio ser milonguero, antes era una deshonra. Un milonguero era un vago, un mujeriego…

ROSA: Una mujer que bailaba tango era considerada un poco como una mujer de la vida. El simple hecho de ponerse zapatos con tiritas ya bastaba para que te miraran con recelo.

¿Qué pasó con el tango en aquel entonces?

CARLOS: Hasta los años cuarenta creció y fue un fenómeno social de gran amplitud. En esos años, Petróleo1 inventó el giro, lo que le dio más elegancia al tango. En 1950, el boogie llegó a la Argentina; y, en 1955, el rock. A las chicas les gustaba más bailar el rock que el tango, y nosotros, los chicos, las seguimos. Desde 1954 hasta 1964, el tango fue desapareciendo lentamente.

ROSA: (Protesta) ¡Pero lo de Petróleo te lo contaron, no lo viviste!

CARLOS: ¡Obvio! ¡Vos sabés cuándo nací! En 1943 o 1944, el tango llegó a su cima, y eso duró hasta 1957 o 1958, capaz que hasta los años sesenta. Pero ahí empezó el decaimiento, con lo cual, en 1964, casi no había más tango.

¿Cómo se bailaba cuando ustedes empezaron?

CARLOS: En los años cincuenta, todos bailaban dentro de cierto estilo más o menos parecido, por más que cada uno haya tenido su forma particular. No hubo tantas ramas distintas como hoy en día. Antes, una mujer encontraba en cada bailarín el mismo abrazo suave, al menos si no bailaba en el centro o alrededor de Parque Patricios. Ahí se bailaba más duro, más violento. En las confiterías del centro, nunca se bailó bien. Se trataba de levantar y de apretar a la mujer lo más posible.

Fuera de Buenos Aires, en los grandes clubes, se bailaba Tango Salón al compás de orquestas como Carlos Di Sarli y Osvaldo Fresedo, y había un muy buen nivel de baile. Era un tango elegante, pausado, con pasos largos y sin figuras complicadas, al que después se llegó a denominar por error “estilo Villa Urquiza”2, que es el tango que hoy se ve en el Campeonato Mundial. Tango Milonguero o Tango del Centro es algo que nosotros llamábamos Tango Petitero, porque así se bailaba en los petit cafés en los que los “niños bien” de Barrio Norte se encontraban. Antes un hombre necesitaba tres años para aprender Tango Salón, pero el Tango Petitero se aprendía en tres meses.

Carlos y Rosa, ¿por qué dejaron el tango durante 30 años?

CARLOS: No fue una decisión determinada, se dio así. El tango estaba muriendo, a los cuatro o cinco lugares que seguían existiendo iba solamente gente grande, y la distancia y el respeto hacia ellos era mucho mayor que hoy en día.

ROSA: La gente que se casaba solía dejar de bailar tango. Con nuestro casamiento empezamos otra vida. Con otros amigos, que no bailaban tango, íbamos a cenar, al cine, al teatro, bailábamos y escuchábamos jazz, que se había puesto muy de moda.

CARLOS: No me acuerdo haber hablado con Rosa del tango una sola vez durante esos años. No era un tema.

Pero hubo también muchos que no pudieron dejar el tango y quienes, después de haberse casado, iban a bailar a escondidas.

CARLOS: Sí, estaban los que no pudieron vivir sin el tango. Portalea tuvo problemas psíquicos y consultó al médico, quien le “recetó” el tango porque, según él, sus dolencias provenían de su alma. Lampazo abandonó a su señora y a sus cuatro hijos, y perdió su taller con varios empleados. Abandonó todo por el tango. Fino tuvo una empresa de mudanzas y, cuando se casó, en 1959, oficialmente dejó el tango, pero los sábados solía rajar de la casa con cualquier pretexto para ir a bailar.

 ¿Y después de una pausa de 30 años, un día simplemente, volvieron a milonguear? ¿Todavía lo sabían?

CARLOS: Nos cruzamos con un amigo de antes en la calle, y nos invitó al Sin Rumbo. Me querían hacer un reconocimiento y querían que bailara. Claro que eso debía hacerse a la una de la madrugada. Yo le dije: “¿Estás loco? ¿A la una de la madrugada?”, porque en este horario, en general, ya estaba en mi cama. Pero no había manera de no hacerlo, y así todo volvió a empezar.

ROSA: Es como andar en bici, no se olvida. Uno lo lleva adentro.

CARLOS: ¡Cómo había cambiado el mundo del tango en esos años! No lo podía creer. ¡En el Sunderland, no se cabeceaba! En el Sin Rumbo, un amigo de antes se acercó a nuestra mesa y ¡me dijo que su mujer quería bailar conmigo! Creo que me puse colorado de vergüenza.

ROSA: Una noche vino alguien a la mesa para sacarme. ¡No cabe duda de que le dije que no! Las mujeres se peleaban por bailar y por los bailarines. ¡Eso no había existido antes!

CARLOS: (se ríe) ¡Si existía, Rosa! Pero vos no te diste cuenta.

Desde 1996, están llevando a cabo su práctica, que es siempre muy frecuentada. ¿Cómo enseñan y cuál es el secreto de su éxito?

CARLOS: La práctica se da los lunes y miércoles, desde las 20.00 hasta las 22.30 horas, y enseñamos Tango Salón.

ROSA: Los primeros 45 min son de caminar, ochos y postura. En este tiempo, hombres y mujeres practican por separado. Hoy en día, se sabe que la base del tango es caminar y no las figuras. Si vienen principiantes, me ocupo de ellos aparte y les muestro lo básico para que, lo más pronto posible, puedan insertarse en el grupo.

CARLOS: Después empieza la práctica guiada. Miramos a las parejas y les sugerimos cambios de postura. Es así como se enseñaba antes.

ROSA: No hay ningún secreto, es la experiencia, lo vivido. Carlos incorporó el tango de muy joven.

GABRIEL: Hay muchos que enseñan, pero Rosa y Carlos transmiten tango. No tienen que tomar cierta pose: para mí son el tango.

CARLOS: Tuvimos alumnos muy talentosos que pudieron poner en práctica lo que les enseñábamos, y un campeón trajo a otros. Tuvimos suerte. No hacemos publicidad, es solamente de boca en boca, y la gente llega, aunque sea bastante alejado del centro.

ROSA: Intentamos tratar a todos de la misma manera y asegurar que haya una relación sana en el grupo. Hay una atmósfera familiar y el mínimo posible de competencia. Los alumnos que participan en el Mundial ya están bajo mucha presión, y no hay que generarles más.

GABRIEL: Si lo escucho a Carlos dando sus explicaciones prácticas y simples, me conmuevo. Por ejemplo, si quiere corregir la postura de un hombre, le dice: “Si no, se te arruga el saco”. O, cuando explica cómo los torsos de la pareja tienen que enfrentarse, dice: “Con todo respeto, pero el pecho de la mujer tiene que estar justo encima del pecho hombre”. Tales imágenes se pueden retener muy fácilmente en la memoria.

CARLOS: Habría que aprender el tango de forma más juguetona, no con tanta seriedad. ¡Vengan a pasarla bien, a divertirse!

Gabriel, tus clases también tienen mucho éxito. ¿Que enseñás y dónde lo hacés?

GABRIEL: Enseño los viernes, desde las 20.30 hasta las 23.00 horas, en el Villa Malcolm, lo que llamo “Tango de la actualidad”; del concepto de Tango Nuevo quisiera distanciarme.

Mis alumnos aprenden rápido y después de dos meses ya son capaces de moverse en una milonga. No puede ser que uno tarde diez años hasta que pueda bailar un tango. Mi sistema es orgánico, no enseño secuencias, los movimientos ocurren de forma natural como cuando caminamos en la calle. La comunicación entre la pareja se da ahí donde se genera el movimiento. Si cambio la postura de mi pie, todo en mi cuerpo también cambia. Si se trata de un abrazo abierto o cerrado, la mecánica es la misma. Todo está basado en tres formas de caminar: lineal, cruzada y lateral. De un paso lateral se generan giros, ochos, sacadas. Y así funciona.

CARLOS: Gabriel, para mí, es un personaje. Estudió el cuerpo humano de una manera tan profunda y detallada como pocos lo hacen; lo descompuso en partes y lo volvió a componer. No hay ni un músculo que no podría llamar por su nombre científico. Es algo que a mí nunca en mi vida se me habría ocurrido. Su práctica es un lugar relajado con un espíritu joven, y creo que Gabriel siempre viene con ideas nuevas.

¿Cómo llegaron a ser maestros de tango?

GABRIEL: Empecé en 2004 con una amiga. Se esperaba que explicara la técnica con el principio de movimiento originado en el Tango Nuevo (torso, cadera, piernas), según el cual el cuerpo funciona como una espiral en la que los movimientos ocurren naturalmente. ¡Pero ni siquiera yo era capaz de hacerlo! Así que mi camino empezó con un trabajo intenso con la anatomía y la mecánica del movimiento. Pronto hubo gente que me pidió clases privadas; y, durante dos años, enseñé con Cristina Cortés y con Julieta Falivene las cosas modernas.

ROSA: Cuando el Lampazo falleció, nos preguntaron si no queríamos seguir. Carlos tenía su imprenta y, por eso, dábamos clases nada más que dos veces por semana al estilo de Lampazo: caminar por diez minutos y después figuras. Pero, como en el Sunderland no pudimos separar a los alumnos en dos niveles distintos, decidimos no enseñar más figuras; y hasta hoy nuestro enfoque sigue siendo caminar.

CARLOS: En 2002, hicimos el primer viaje al extranjero. En ese momento, me enfermé y, por la situación del país después del derrumbe económico en 2001 y 2002, empecé a sufrir ataques de pánico. Estando afuera, se me pasó el estrés. El médico me ordenó reposo y una decisión, porque la imprenta me preocupaba mucho en esos años. Tomar una decisión entre la salud y el dinero no fue difícil, y, al poco tiempo, decidí dedicarme solo al tango.

GABRIEL: Yo era contador cuando, en 2003, lo operaron a mi socio del corazón. Tuve un estrés terrible, estuve muy preocupado por él y no sabía qué iba a pasar. Cuando mi socio falleció, el tango fue mi único cable a tierra, y ahí tomé la decisión de que mi trabajo no debía tratarse más únicamente de dinero.

CARLOS: Nos ayudó la suerte. En 2005, mis primeros alumnos fueron campeones mundiales: Sebastián Achaval y Ximena Galliccio. Y, desde entonces, cada año lo fueron otros alumnos nuestros. En 2006, Fabián Peralta y Natacha Poberaj; en 2007, Dante Sánchez y Ines Muzzapappa; en 2008, Daniel Nacucchio y Cristina Sosa; en 2009, Hiroshi y Kyoko; y en 2010, Sebastian Giménez y Maria Inés Bogado.

¿Es fácil o difícil enseñar tango?

CARLOS: No tenía ni idea al principio. Un día una alumna me preguntó: “¿Cómo cambio el peso?” La miraba un poco boquiabierto. ¿El peso de qué?, le pregunté. Antes no existían estas expresiones, estas formas de llamar los movimientos. Y le contesté: “Lo más natural posible”. Cada día aprendo algo a través de las preguntas de mis alumnos.

ROSA: Una bailarina un día me preguntó: “¿Cómo debo respirar?”, porque le habían dicho que debía envolver al hombre con su respiración al ir hacia él. Por un momento me quedé sin palabras, y le dije: “Respirá como siempre”.

GABRIEL: En general, los que enseñan tango son bailarines cuyo fuerte no siempre es la pedagogía. A veces no se ponen en el lugar del alumno, y eso lleva a que este se sienta tonto. Pero en realidad, es el profe el que no hizo sus deberes.

CARLOS: Hay profes poco serios que inventan cosas y cuestionan verdades del tango; y después a los que sí son serios les cuesta mucho trabajo corregir eso.

GABRIEL: También hay que ver que cada alumno tiene su propia motivación para bailar. Uno viene porque se separa, otro u otra porque quiere conocer mujeres u hombres, y otro porque realmente quiere aprender a bailar el tango.

CARLOS: A veces nos toca un papel difícil, casi como si fuéramos los padres de nuestros alumnos. Nos preguntan cosas muy personales y a veces no sabemos qué contestarles. También el trato con otras culturas es un desafío, pero me gusta porque hace más amplio mi mundo.

¿Cuáles son sus proyectos, deseos y sueños?

GABRIEL: Que todo el mundo baile tango como en los años cuarenta, que el mundo del tango se haga más fácil sin que se caiga en lo falso, lo superficial, lo cursi. Pero nuestro Estado Nacional nunca nos va a apoyar en eso, tenemos que hacerlo nosotros. A parte de eso, escribir un libro, volver a realizar el proyecto con Carlos y Rosa, en la Argentina y en otros países, seguir trabajando con ellos, promover lo que ellos transmiten. Estoy muy agradecido porque cambiaron y renovaron mi concepto del tango profundamente.

CARLOS: A Rosa y a mí el tango nos dio un montonazo: inmensa alegría y satisfacción cuando eramos jóvenes y también cuando volvimos. Mi satisfacción más grande es que el tango no se pierda. Eso significa que no se lo voy a enseñar a diez, sino a cientos de alumnos, a la mayor cantidad de gente que pueda. Quien quiera se puede servir de ello, y si no lo quieren, no es mi problema. Yo doy todo lo que sé, todo lo que tengo. Es mi manera de defender al Tango.

ROSA: Nosotros no tenemos más la fuerza ni la iniciativa para poner todo esto en práctica, pero lo vamos a acompañar y apoyar a Gabriel llenos de alegría para que pueda volver a organizar un encuentro entre el tango de antes y el de hoy.

GABRIEL: Quiero contribuir a que el tango siga existiendo como fenómeno colectivo y como baile social.

Ustedes siempre dicen que la esencia del tango no se debe perder. Discúlpenme, pero todavía no sé bien cuál es para ustedes esta famosa esencia.

CARLOS: ¡Uy, pero ahora, después de tantas horas, venís con una pregunta muy difícil que nos lleva al principio! Para mí, de la esencia del tango forman parte también las historias de antes, el Buenos Aires de aquel entonces. Y llevándolo al baile, todo lo que hemos hablado: la música, la conexión con esta y también con la pareja, el sentimiento y el corazón que cada uno de los bailarines pone, y su disposición de envolverse con su compañero el tiempo que dure el tango. El tango como experiencia colectiva también es parte de esta esencia, sentirse parte de una colectividad que baila y moverse en una pista en armonía con los demás.

GABRIEL: Es lo que uno percibe al ver una pareja bailar, lo que te conmueve. Si no tienen tango, si han perdido la esencia del tango, sentís que algo falta, por más que no sepas ponerlo en palabras.

ROSA: Por eso es tan difícil transmitirlo y explicarlo. Es lo que pasa dentro del bailarín. Es un sentimiento muy íntimo y algo muy individual. Sebastián, por ejemplo, a los dieciocho años, llegó a ser campeón mundial. Es cierto que le enseñamos mucho, pero más allá de eso, hay algo que es de él, que él pone, que no le hemos enseñado. Camina como ningún otro. Esa es su esencia y, al mismo tiempo, la esencia del tango.

Pero alguien que baila tango electrónico también siente cosas. Gabriel, unos años atrás, cuando ustedes bailaron en el galpón, también sintieron algo, ¿no?

GABRIEL: Sí, pero fue distinto. En español hay una diferencia entre “sentimiento” y “sensación”. El sentimiento es una emoción que permanece más bien adentro y que tal vez esté dirigida hacia otro. Lo nuestro era distinto, estábamos descargando nuestra energía llenos de alegría y de ganas de descubrir cosas nuevas, pero más bien hacia afuera. No tuvo la intimidad que para mí hoy en día forma parte de la esencia del tango.

¿Cómo ven el futuro del tango?

CARLOS: Un tango que mantiene su esencia y que puede ser complementado y ampliado por movimientos que tal vez sean distintos, pero que se pueden bailar siendo siempre tango. El tango es suave, elegante y sensible. Si eso no se pierde, en el futuro, se podrá bailar muy bien y un tango muy lindo. Todo eso hemos mostrado en nuestro proyecto con Gabriel, el evento de “Tango clásico & Tango moderno”. De la misma manera en la que nos hemos enriquecido, exactamente igual, así creemos, las dos escuelas se pueden enriquecer mutuamente. Para mí Gabriel representa la escuela “moderna”, domina su cuerpo, la técnica, desborda de energía y es creativo. Nosotros representamos la escuela “antigua” y hemos añadido nuestro conocimiento, nuestra experiencia, lo pausado y lo suave. Eso es una buena mezcla. Sin embargo, lo que no es bueno son las tendencias extremas, porque estas llevaron al tango a no ser más lo que es.

GABRIEL: Sí, en el Tango Nuevo ocurrió esto. Había mucha gente que bailaba muy bien, pero buscaban más y más lo espectacular. Tener la mano tan abajo que la mujer casi tocaba la cola del hombre, una postura de la mano rara, etc. En los años noventa, el lema era destacarse por ser distinto, cada uno quería crear su estilo, su pose, lo que después, por un tiempo, fue imitado por otros. Pero la cosa se hacía cada vez más absurda.

CARLOS: En el tango de la actualidad, la mujer toma un papel más activo, más protagonista, lo que hará felices a las mujeres. Si además se sigue bailando teniendo consciencia y conocimiento de lo que es el tango tradicional, la esencia se va a mantener viva e intacta. Eso es importante, porque si eso no ocurre, el tango se va a degenerar hasta que no haya más nada de él, y eso sería una tremenda pérdida y un inmenso dolor para el mundo entero.

1 Carlos Estévez, 1912-1995, empezó a bailar en 1929 y contribuyó mucho para el tango
2 Llamado por el barrio de Buenos Aires, Villa Urquiza, del que se dice que es la cuna del Tango Salón

Gabriel Glagovsky: http://gabrieltango.weebly.com/index.html

Carlos Pérez y Rosa Forte: cyrtango@yahoo.com.ar

Traducción: Ute Neumaier