Nota escrita en Buenos Aires, publicada en el libro Tango Global, Tomo 1, diciembre 2014.
Domingo por la noche en Buenos Aires. Como todas las semanas, los numerosos habitués de “El Floreal” recorren la distancia desde el centro urbano hasta su milonga favorita, en el barrio de Villa General Mitre. Sobre las baldosas negras y sobrias que brillan bajo las guirnaldas de luces giran los jóvenes y los mayores al compás de tangos clásicos, envueltos en la brisa fresca del aire acondicionado. Se sientan en sillas de jardín de plástico blanco, colocadas alrededor de mesas sobre caballetes y cubiertas con manteles cuadriculados; comen una lasaña entre las tandas y ríen o conversan entre sí. Quizás sea la ausencia de esa exagerada etiqueta tanguera y esa mezcla extravagante de tradición y modernidad las que atraen todos los domingos a tantos tangueros. Hoy, sin embargo, se han superado todos los récords de visitantes, en “El Floreal” no cabe ni una aguja y esto no solo porque está presente un equipo de filmación de Alemania¹. Es que bailan Carlos Pérez y Rosa Forte, pareja desde hace 50 años y desde hace casi dos décadas organizadores de la famosa “Práctica del Sunderland”, de la que salieron varios campeones mundiales de Tango Salón. Carlos y Rosa tienen una inmensa cantidad de seguidores y esto no solo porque su corazón es suficientemente generoso como para ofrecerles a todos los jóvenes argentinos, talentosos, a menudo sin recursos, una hora de clase particular con ellos, con la que de otro modo solo podrían soñar. Es que su baile cautiva una y otra vez a los tangueros que vienen de todas partes. Nadie quiere perderse el espectáculo cuando Carlos y Rosa, a pesar de las limitaciones físicas propias de la edad, bailan “su” tango, especialmente lento y suave, en el que no hay ni un instante de prisa y que emociona a todos. Durante la entrevista, la pareja, que no ha perdido su humildad a pesar del éxito, habla sobre las milongas de antaño y de la actualidad; sobre el motivo que los llevó a hacer una pausa de 30 años, sobre su regreso al mundo del tango y sobre el motivo que los hace creer que su misión es devolverle al tango lo que han recibido de él.
¿No es increíble que hayan venido tantas personas a verlos bailar y que siempre cosechen aplausos atronadores? Los quieren mucho en el mundo del tango, ¿no es cierto?
CARLOS: A veces, hasta me cuesta creerlo y a la vez me desconcierta. ¡Que todavía me pase algo así a mi edad, a los 75, es increíble! Una vez se produjo una situación similar en Corea, tomé el micrófono y quise agradecer. Pero no pude ni pronunciar palabra y comencé a llorar de pura emoción.
ROSA: Sí, es increíble, porque claro que se nota que estamos mayorcitos. Pero creo que también tiene que ver con el tipo de personas que somos, no solo como maestros o bailarines. Lo experimentamos cada vez que tenemos nuevos alumnos. Cuando nos conocen, enseguida se rompe el hielo.
CARLOS: Ser querido…, es una cosa. Pero en el mundo del tango es difícil que todos te quieran, como probablemente en cualquier lugar. Sí, nos quieren, pero también nos odian. Por eso ya no me gusta tanto ir a las milongas, solo cuando nuestros alumnos o nosotros damos una exhibición. El mundo tanguero es un mundo muy particular, en el que suceden muchas cosas lindas, pero que también puede ser muy duro. Hay mucha envidia porque tenés éxito y alguno que otro intenta ensuciar tu nombre. Eso duele. Sí, el mundo tanguero a veces también te causa dolor.
¿Es por eso que durante 30 años estuvieron retirados de este mundo?
CARLOS. Eso no fue una decisión consciente, se dio así. Por un lado, tuvo que ver con la evolución del tango que experimentó su apogeo en los años cuarenta, hasta que en 1950 llegó a Argentina el boogie y en 1955, el rock and roll. Cuando en 1952 empecé a bailar tango, fui uno de los últimos jóvenes que entró. A partir de 1954 comenzó la decadencia, hasta que en 1964 el tango prácticamente ni existía. Basta con mirar el título de ese afiche, allí se dice: “Gran Fiesta de Rock y de Boogie”. Y solo había una pareja que bailaba tango: nosotros.
Carlos muestra el afiche de 1958 en el que se anuncia: “Carlitos y su compañera” y explica que en aquel entonces era habitual mencionar solo al hombre, la mujer no tenía importancia.
Pero había algo más, una especie de código: Cuando te casabas, se acababan el tango y la milonga, pues esto iba de la mano con la vida nocturna, las mujeres y el alcohol. Por este motivo, los muchachos generalmente desaparecían del mapa después del casamiento.
ROSA. Eso no es cierto, ¡algunos seguían yendo a bailar en secreto!
CARLOS: Sí, algunos no podían dejarlo. Gerardo Portalea² tuvo problemas psíquicos y fue al médico, quien le prescribió tango porque sus molestias eran psicosomáticas. José Lampazo³ dejó a su mujer con los cuatro hijos y perdió un taller con algunos empleados. Dejó todo por el tango. Fino⁴ tenía una empresa de mudanzas. Cuando se casó en 1959, oficialmente dejó de bailar, pero se escapaba a hurtadillas a bailar sus tandas.
ROSA: Siempre hubo tendencias fanáticas, hoy también se ve cada vez más a bailarines jóvenes y mayores que dejan todo por el tango y que solo quieren dedicarse al baile. Y con toda esa perspectiva de viajes al exterior y de shows o espectáculos en teatros, son cada vez más. Aquellos a quienes les va bien, tienen suerte. Pero no todos lo logran.
En todos estos años, ¿nunca les faltó el tango?
ROSA: No, con nuestra boda en 1964 comenzamos otra vida: con amigos que no bailaban tango íbamos a comer, al cine y al teatro, bailábamos y escuchábamos jazz, que se había puesto de moda. No recuerdo que en esa época hayamos hablado alguna vez sobre tango.
CARLOS: Yo tenía una imprenta. Allí llevaba en realidad una vida totalmente diferente. El tango no era importante.
¿Y cómo fue que regresaron?
CARLOS: Tampoco esa fue una decisión consciente. Simplemente se dio así. En 1994, después de doce años, volví a encontrar en la calle a José Lampazo. Le hacían un homenaje en una milonga y nos invitó. Todos estaban allí: María Nieves⁵, el Turco José⁶, Portalea y Villarazzo⁷, etc. y así todo volvió a empezar.
Y entonces, ¿en seguida empezaron a enseñar tango después de una ausencia tan larga?
ROSA: Sí, también eso se dio y —a decir verdad— bien rápido. A partir de 1994 Lampazo enseñó en el Sunderland y nos invitó a ayudarlo a dar clase. Cuando se enfermó, lo reemplazamos. Después de su muerte, nos preguntaron si queríamos hacernos cargo de sus clases.
CARLOS: En el 2002 viajamos por primera vez con el tango al exterior. Allí me enfermé. Debido al colapso económico en el 2001/2002, tuve ataques de pánico. Cuando en el exterior me tranquilicé, se manifestó todo mi estrés. El médico me recomendó que hiciera reposo y que tomara una decisión, ya que la imprenta me causaba muchos disgustos. No me resultó difícil elegir entre la salud y el dinero y poco después me dediqué exclusivamente al tango. Entretanto, ya han pasado casi 20 años.
Me cuesta imaginar que alguien que no ha bailado durante tanto tiempo, enseguida dé clases. ¿No les resultó difícil?
CARLOS: El baile es como andar en bicicleta. Una vez que lo aprendiste, no lo volvés a olvidar. Solo que a medida que te hacés mayor, las piernas ya no quieren moverse igual que antes. Especialmente cuando ya no pesás 59 kilos, sino 90.
Pero al principio no tenía ni idea de cómo enseñar. Una alumna me preguntó: ¿Cómo traslado mi peso? La miré molesto. ¿Cuál peso? Antes no se hablaba así en el tango. Le respondí rápidamente: “Como lo hacés siempre”.
ROSA: Una alumna me preguntó: “¿Cómo debo respirar?” Le habían dicho que debía envolver al hombre con su respiración cuando se acercaba a él. No se me ocurrió ninguna respuesta y simplemente le dije: “Respirá con normalidad”.
CARLOS: Me ayudó mucho haber tenido una empresa durante 30 años, me permitió aprender a tratar con gente. Como maestro se juega a menudo un papel especial, porque se da una relación muy personal con los alumnos. Es frecuente que nos pidan un consejo y no siempre sabemos cómo reaccionar.
Desde 1996 enseñan y dirigen la exitosa “Práctica Sunderland”. ¿Qué tipo de clase es?
CARLOS: No es una clase en el sentido tradicional, sino una práctica compuesta por dos bloques. En la hora dedicada a la técnica, separamos hombres y mujeres: Los hombres practican el caminar, aquí y allá un lápiz⁸, un giro; y las mujeres caminan hacia delante y hacia atrás, hacen ochos y ejercicios para preparar giros.
ROSA: Yo me ocupo por separado de los principiantes absolutos y les enseño los fundamentos.
CARLOS: Después comienza la práctica guiada. Observamos a las parejas mientras bailan, les recomendamos modificar sus posturas y estamos a disposición de ellos para las preguntas que quieran hacer. Así se enseñaba antes.
ROSA: Pero no todos los alumnos están predispuestos a aceptar recomendaciones. En esos casos, Carlos les dice tres veces lo mismo. Si entonces no se esfuerzan, no podemos hacer nada.
CARLOS: No, Rosa, ¡no se los digo tres veces, sino diez! El mayor obstáculo en el crecimiento de los alumnos es cuando creen que han llegado a la meta y ya no tienen más nada que aprender.
La Práctica que ustedes ofrecen está muy alejada del centro urbano. Sin embargo, siempre está muy concurrida y ustedes, como maestros, son muy solicitados en todo el mundo. ¿Cuál es el secreto del éxito que tienen?
CARLOS: No hay un secreto. Tuvimos alumnos talentosos que pusieron en práctica lo que les enseñamos. Y un campeón mundial atrae a otro. No hacemos publicidad. La gente solo viene por propaganda boca a boca.
ROSA: Intentamos tratar a todos de igual manera y que haya buena onda entre todos. Hay una atmósfera muy familiar. Tratamos de no fomentar la competencia entre los alumnos, pues los que participan en el campeonato mundial ya tienen bastante con esto. Después de la práctica, muchos se quedan y nos reunimos en el restaurante del Sunderland. Algunos alumnos me contaron que venían a nuestra práctica cuando tenían una “crisis tanguera” y que habían vuelto a enamorarse de él.
CARLOS: Sí, en la práctica no todo se centra en el tango. Algunos se sienten como en familia y siguen viniendo durante años.
ROSA: Por eso también hemos excluido a personas que no encajaban con este ambiente, que se vendían como maestros o que solo querían conocer mujeres.
¿Y solo recomendando cambios de postura “produjeron” tantos Campeones Mundiales o ganadores del Campeonato Metropolitano de Buenos Aires?
CARLOS: No exageres. Realmente tuvimos suerte: En el 2005 nuestra primera pareja de alumnos, Sebastián Achával y Ximena Galliccio, fueron campeones. Desde entonces: en el 2006, Fabián Peralta y Natacha Poberaj; en el 2007, Dante Sánchez e Inés Muzzapappa; en el 2008, Daniel Nacucchio y Cristina Sosa; en el 2009, Hiroshi y Kioko Yamao; en el 2010, Sebastián Jiménez y Maria Inés Bogado; en el 2013, Maximilian Christiani y en el 2014, Carlos Boeri y Alison Murray ganaron el Campeonato Metropolitano de Buenos Aires. La mayoría de estos alumnos ya bailaban cuando vinieron con nosotros y todos tenían mucho talento. A veces, basta con corregir cuatro errores básicos y el baile parece totalmente diferente. Por eso, una pareja de baile también debe ser juzgada desde afuera. Filmarse a sí misma y ver la filmación es importante, pero no suficiente.
ROSA: Daniel Nacucchio dijo alguna vez que Carlos, como ningún otro, tiene buen ojo para las parejas de baile. No se le escapa nada.
¿Qué errores básicos puede cometer una pareja de baile?
CARLOS: A menudo son detalles que parecen banales: cerrar los pies, bailar despacio, no apurarse. Una pareja también debe bailar en armonía con su estatura. Esto vale, por ejemplo, para Sabrina y Álvaro o para Judita y Enrique: Hay figuras que no deberían bailar por su altura. En mi opinión, sería un error fundamental si intentaran competir, en lo que se refiere a movilidad y virtuosismo, con una pareja pequeña y hábil. Ellos deben impactar por su elegancia.
ROSA: Cuando el baile de una pareja parece una pose, es un defecto y deja de ser tango.
CARLOS: Por eso, nuestro lema es: Tan natural como sea posible, tan elegante como sea posible y bailar pecho contra pecho. Una pareja debe verse bella y elegante, de manera que noventa de cien personas lo perciban igual.
Debe haber algo que excede la suerte y las recomendaciones. Pocas veces ví a bailarines caminar tan cadenciosos⁹ y bailar con tanta musicalidad como sus alumnos.
CARLOS: Esto se puede deber a que para nosotros la base de todo es el caminar. Cuando comenzamos a enseñar, mantuvimos el estilo de Lampazo: caminar diez minutos y luego, las figuras. Pero finalmente lo dejamos. Hasta el día de hoy, la esencia sigue siendo el caminar.
ROSA: A menudo los alumnos no quieren escuchar esto, les parece demasiado poco. Pero cuando se los repetimos una y otra vez durante un tiempo, se dan cuenta que obtienen un buen resultado.
CARLOS: Cada tango bailado debe reflejar lo que pasa en la música. Para mí solo hay tres categorías: tangos lentos, suaves, melodiosos, como los de Di Sarli; rítmicos, rápidos, turbulentos como los de D’Arienzo y los tangos antiguos como los de Canaro. La energía de la música debe reflejarse en el baile. No se debe bailar todo del mismo modo. Un tango de Di Sarli tiene un ritmo regular; sin embargo, hay altos, bajos y pausas que hay que bailar. Con un antiguo tango de Canaro habría que bailar más canyengue¹⁰ sin giros, pues en aquel entonces no los había.
ROSA: Para nosotros, lo más lindo e importante del tango es el caminar, la musicalidad, las pausas y la elegancia.
¿Es esta la famosa esencia del tango?
CARLOS: Para nosotros, la esencia del tango es la música, la conexión en la pareja y con la música y finalmente el sentimiento, el corazón que ambos ponen en su tango. También lo social es parte del tango salón, los códigos y poder moverse en la pista en armonía y con respeto hacia las otras parejas.
ROSA: Es difícil explicar qué es la esencia. Es algo muy individual. Pensá en Sebastián Jiménez, quien en el 2010, a la edad de 18 años, llegó a ser campeón mundial. Claro que le enseñamos un montón. Pero él le puso algo que nosotros no le habíamos dado: sabe caminar como ningún otro. Esa es su esencia y, al mismo tiempo, la esencia del tango.
Ustedes dicen a menudo que hoy hay en el tango menos sentimiento que antes. ¿Qué es lo que quieren decir?
CARLOS: Quizás se deba a que hoy muchos bailarines de tango ya no conocen las cosas sobre las que cuentan los tangos. Por ejemplo, “Cafetín de Buenos Aires”¹¹: es la historia de un joven que apretaba la ñata contra el vidrio para ver el interior de un bar desde donde escucha tango. Así me pasaba a mí en aquel entonces. Por ese motivo, muchos tangos contienen partes de mi alma, de mi pasado, de mi infancia, y cuando los escucho recuerdo todo como si fuera hoy. Quien no ha vivido esto, lo siente de una manera diferente.
ROSA: Para mí tiene más que ver con el modo en que las personas vivían en aquel tiempo. Los hombres trabajaban duro y eran muy pobres. El tango era algo para escapar del pequeño mundo propio. No era algo con lo que se pudiera ganar dinero. Era un sentimiento, no solo un baile.
CARLOS: Hay algo más: yo estoy felizmente casado desde hace 50 años. Pero por los dos minutos y medio que dura un tango, la mujer en mis brazos es la mujer de mi vida. Pero esto es difícil de encontrar hoy en día entre los bailarines. A veces parece que el tango es visto como un deporte. Recuerdo una situación en la milonga del Club Sunderland, un bailarín joven que hacía flexiones de rodillas y ejercicios de elongación antes de dar una exhibición. De verdad que esto me hizo sonreír. ¡Para bailar tango no hace falta hacer antes gimnasia!
¿Cómo entraron en contacto con el tango en su juventud?
CARLOS: Escuché mi primer tango desde un café a la vuelta de mi casa, donde cuando niño jugaba en una vereda de arena.
ROSA: ¡Pero vos llegaste al tango a través de Lampazo!
CARLOS: Sí, también es cierto, Rosa. Entré al mundo del tango por Lampazo, su familia era vecina nuestra. Cuando tenía doce años le pedí que me llevara a una práctica. Mi madre lo permitió sin que lo supiera mi padre, y así, en 1952, pisé el primer club, donde me reunía con jóvenes, todos diez a doce años mayores que yo. Ellos practicaban y yo tenía que bailar de mujer, lo que no me gustaba demasiado.
ROSA: ¡Te debe haber gustado, si no, no hubieras ido!
CARLOS: No me gustaba hacer el rol de la mujer para que los otros pudieran practicar. Pero cuando después de un año me permitieron bailar de hombre, todo cambió.
ROSA: Yo tampoco vengo de una familia tanguera, pero mis hermanos mayores bailaban tango. Practicaban en casa. Cuando tuve 17 me permitieron practicar con ellos y no los dejé en paz y los presioné hasta que logré que me llevaran. Mi madre me dejó ir con ellos a mi primera milonga, sin que lo supiera mi padre. En ese entonces tenía 19. Pero después de apenas una hora, mis hermanos me trajeron de vuelta a casa.
Sus padres seguramente se oponían porque ustedes eran demasiado jóvenes…
CARLOS: Mis padres no querían que me moviera en ese mundo de dudosa moral, pues el sinónimo de milonguero era curda, mujeriego, jugador, vago. Si bien no se le decía ladrón, pero esto era lo único que faltaba. En aquel entonces, las milongas argentinas no tenían buena fama porque había gente de mal vivir…
ROSA: Mi padre estaba en contra por otros motivos: Era una época en la que las muchachas no debían salir. Nosotros éramos siete hermanos. Mis hermanas todas cuidaban la casa, los muchachos hacían su vida. En mi entorno no había mujeres que fueran a bailar solas.
CARLOS: Pero las había, Rosa. De lunes a viernes iban a bailar las “liberales” y los fines de semana salían las muchachas acompañadas y protegidas de sus padres, tías y hermanos; por cierto.
ROSA: Por suerte, también cambió el rol de la mujer en el tango, hoy es más libre. Antes las mujeres no tenían nada que decir. El hombre decidía todo. Su deber era acompañarlo. Es decir, hacer exactamente lo que hoy mi marido sigue viendo como su rol en el baile. Me parece bien que también en el tango la mujer goce de los mismos derechos, que tenga más responsabilidad y tome clases. Algunas mujeres aprenden a llevar y lo hacen muy bien, como nuestra alumna coreana Península Cho.
CARLOS: Esta noche dormís afuera. (Risa). Península es de verdad increíble, le decís que tiene que colocar el pie unos dos centímetros hacia la derecha y ella lo desplaza al milímetro. Pero es cierto: en el tango actual la mujer tiene un rol más activo que antes. Sin embargo, me parece que una buena bailarina acompaña al hombre y solo baila lo que él marca. Algunas mujeres exageran con los adornos. Si el hombre les da el espacio y el tiempo, pueden adornar. ¡Pero no a la buena de Dios!
ROSA: De hecho, no conocí a Carlos en el mundo tanguero, sino en una fiesta privada. En aquel entonces, mi padre se enteró de que iba con mis hermanos a la milonga y me puso en penitencia. Recién después de que Carlos y yo nos habíamos comprometido me permitieron ir a bailar, pero solo en compañía de mis hermanos y únicamente por un rato.
¿Cómo les fue en su primera milonga con 13 y con 19 años? ¿Con quién bailaron?
CARLOS: Sin excepción, con mujeres que eran al menos diez años mayores que yo. ¡Incluso las trataba de usted! Era muy alto para mi edad, parecía mayor, y Lampazo siempre me llevaba a todas partes. Quizás por eso pude saltar el tiempo de espera que todos los hombres jóvenes debían pasar y en el que solo aprendían tango por mirar. Por él conocí a los grandes milongueros, todos diez a quince años mayores que yo, y aprendí de y con ellos. En aquel entonces, las mujeres eran una minoría. El tango tenía un objetivo: ¡conquistarlas! Pero, debido a mi juventud, los milongueros no me consideraban una competencia y les decían a las muchachitas que debían bailar conmigo. Así aprendí, como si fuera un juego y rápidamente. De Portalea, su increíble presencia; de Lampazo, su rapidez; de Villarrazo, trucos; de El Nene Fo¹² y de Parejita¹³, muchas figuras y de Mingo Canónicox¹⁴, el canyengue.
ROSA: Yo fui al primer club con mis hermanos, pero ¡no me dejaban bailar! Si tenía suerte, ellos bailaban conmigo una tanda. Pero no obstante, me gustaba este otro mundo, ya que mi vida era tan monótona…
¿Iban muy a menudo a bailar durante los primeros años?
CARLOS: En 1954 iba tres veces al día a la milonga, en compañía de Lampazo y cada vez con mayor entusiasmo. Pues como bailarín tenías más oportunidades con las muchachas que una estrella de cine. Era tentador.
ROSA: Yo no iba tan a menudo, no conocí todas las milongas. A muchas, él iba solo.
CARLOS: Sí, (se ríe) ¡es cierto!, por ejemplo al Sunderland Club y al El Oeste.
Rosa, ¿no te molestaba que fuera solo a bailar?
ROSA: ¡Por supuesto! Pero no me quedaba otra que aceptarlo. Por suerte no lo sabía (se ríe).
CARLOS: En aquel entonces, en ciertos círculos no se mencionaba que uno bailaba tango. Hoy es una distinción ser milonguero. Antes no lo era.
ROSA: En aquella época, el tango tenía mala fama en la sociedad argentina. Una mujer que bailara tango era considerada en la buena sociedad una mujer de la vida.
¿Cómo bailaban en aquel tiempo?
CARLOS: Como hoy. Yo incluso tenía el mismo abrazo. Lo podés ver en las fotos.
ROSA: Mis hermanos bailaban más abierto, por eso al principio me resultaba difícil bailar con Carlos. Me tenía que acostumbrar a su forma de abrazar. Al principio tenía la sensación de no tener suficiente aire. Después lo aprendí y me acostumbré.
CARLOS: En los años 50, si bien cada uno tenía su propio estilo, no había tantas formas distintas de bailar el tango como hoy en día. Se puede decir que la división Norte-Sur¹⁵ de Buenos Aires también existía en el tango: En el norte de Buenos Aires se bailaba un tango salón elegante; desde la Avenida Rivadavia hacia abajo, en dirección al sur, se veían muchas más figuras y el llamado estilo orillero, que era menos elegante.
En las confiterías del centro se trataba más bien de conquistar mujeres que de bailar. Algo más alejado del centro urbano, en los grandes clubes, se bailaba con un muy buen nivel al ritmo de orquestas como la de Carlos Di Sarli y de Osvaldo Fresedo. Era un tango salón elegante, tranquilo, agarrado al piso, con pasos largos, sin figuras complicadas, parecido al que luego se conoció como estilo Urquiza¹⁶ y que hoy se ve en el Campeonato Mundial. En realidad, nunca existió este estilo. Después se lo bautizó así por cuestiones de marketing. En el centro se bailaba el estilo que hoy es conocido como tango milonguero; en aquel entonces, llamado tango petitero, por los ‘Petit Cafés’, donde se encontraban los hombres jóvenes de hogares ricos de Barrio Norte. Para aprender tango salón se necesitaban tres años, al tango petitero se lo podía bailar en tres meses.
Escuché que en aquel entonces los mejores bailarines provenían de determinados barrios y que cada uno tenía su propio estilo. ¿Es cierto?
CARLOS: Mmm… no sé muy bien. Finito era un buen bailarín. Venía de Paternal. Milonguita¹⁷ era de Saavedra; Portalea, de Villa Urquiza; Parejita y El Nene Fo, de Villa Pueyrredón y Lampazo, de Villa del Parque. Toto Farraldo¹⁸ era y sigue siendo hoy un buen bailarín, viene del sur de Buenos Aires. Se podría decir que los mejores bailarines solían ser de los barrios del norte. Hay además un milonguero que siempre va a “Porteño y Bailarín”. No me acuerdo de su nombre ahora. ¿Sabés a quien me refiero? (piensa). Tiene una mesa bien adelante y siempre baila con mujeres jóvenes.
ROSA: ¡Eso lo hacen todos! ¡Nombráme una sola excepción!
(Risas)
¿Y qué cambios encontraron en las milongas después de 30 años, cuando regresaron al mundo tanguero?
CARLOS: Por fuera había una gran diferencia: Muchas milongas se hacían antes en canchas de básquet; en algunos lugares, descubiertas. Pero también hubo algunos cambios en los modales y me costaba creerlo. ¡En el “Sunderland Club“ no se cabeceaba! Un conocido de antes se acercó a nuestra mesa en la milonga “Sin Rumbo”¹⁹ y dijo que su mujer quería bailar conmigo. Me dio mucha vergüenza.
ROSA: A mí me vinieron a sacar a la mesa. Eso fue para mí una falta de respeto, pues de esta forma el hombre no me permitía otra elección que bailar con él o ser extremadamente descortés y decir ‘no’.
CARLOS: El Cabeceo era antes una especie de código de honor. Si uno cabeceaba a una mujer y ella después bailaba con otro, se había terminado la velada y se regresaba deprimido a casa, con el honor de milonguero herido.
ROSA: ¡Y las mujeres se peleaban por los bailarines! Eso no sucedía antes.
CARLOS: (se ríe) ¡Eso no es cierto, Rosa! Solo que vos no te diste cuenta. A mí me molestaba mucho más que los hombres empezaran la base con un paso hacia atrás. Tuve muchas discusiones por eso. Pero Lampazo decía que a los milongueros les parecía mejor así que con un paso de costado, como en los años cuarenta. Eso era totalmente absurdo. Por eso también se lo dejó de hacer, porque en la milonga no tiene ningún sentido.
También en estos años se formuló la tesis de que el hombre marca solamente con el pecho. La pareja baila por cierto pecho contra pecho, en eso no hay nada que cambiar. Pero en mi época se decía que el hombre llevaba con todo el cuerpo. Sigo pensando eso.
Desde que regresaron al mundo del tango ya pasaron más de veinte años. ¿Qué cambios ven en las milongas actuales?
CARLOS: Antes, en el mundo del tango, un 90 % giraba alrededor de las mujeres y un 10 % del baile. Las milongas eran organizadas por los clubes. Nadie se hizo rico con esto. Hoy, lamentablemente, la plata tiene cada vez más importancia. Las milongas recién inauguradas tienen al principio un precio conveniente. Pero tan pronto tienen éxito, lo suben demasiado. ¡Esto no se hace! Que el tango se haya convertido en un negocio, lo arruina.
ROSA: Antes la ropa era más importante que ahora. A los hombres solo se les permitía entrar si vestían traje y corbata. Quienes cuidaban la pista controlaban la ropa y la conducta. No se veía a nadie en zapatillas y vaqueros.
CARLOS: No se sentaban separados a los hombres y las mujeres como se ve hoy en día en algunas milongas tradicionales del centro. Ellas estaban separadas espacialmente de los hombres, quienes parados a un costado de la sala, al lado de la pared, invitaban a bailar. No había mesas; tampoco había musicalizador como hoy. La música la ponía el director del club. Las cortinas recién aparecieron en 1963, cuando se perdió el respeto por el tango. En muchos clubes, cuando terminaba la música, la gente simplemente se quedaba parada en la pista y seguía charlando. Hasta ese momento uno siempre se sentaba cuando terminaba la música. Tampoco se ponían solo tangos, sino seis tangos y cuatro piezas de jazz, jazz negro o boogie o tap americano. Solo recuerdo una milonga en la que únicamente se ponía tango.
¿Y los pequeños campeonatos que se hacen actualmente en tantas milongas?
CARLOS: Ya los había en los años 50. Cuando la gente perdió el interés en el tango, fueron una jugada para llenar la milonga. Como el público era el que votaba, cada bailarín traía a sus amigos y las milongas se llenaban. Por eso, ahora se volvió a retomar esa tradición.
El tango siempre fue un fenómeno de Buenos Aires, un 90 % se bailaba en la capital. Si bien hoy hay en el mundo cada vez más bailarines de ambos sexos, pero en Buenos Aires prácticamente hay más milongas que tangueros. Si vas siete días seguidos a la milonga, vas a encontrar a la misma gente. Noto una especie de saturación. La gente ya vio todo, nada le afecta realmente. ¿No te diste cuenta que durante una exhibición en la milonga, apenas se aplaude durante el baile? Por eso se intenta inventar siempre algo nuevo: mujeres bailan con mujeres, hombres con hombres… Y a menudo ves bailar parejas, las que sería mejor que esperaran un poco y practicaran antes de bailar en público.
ROSA: Sí, las exhibiciones aumentaron demasiado. ¡A veces bailan cuatro a cinco parejas diferentes! ¡La gente no quiere mirar sin descanso!
Carlos, vos mismo diste exhibiciones cuando eras muy joven, ¿no es cierto?
CARLOS: Sí, tenía 16. Nunca lo voy a olvidar porque en aquel entonces dar una exhibición era algo muy especial. Fue en 1955, durante un meeting del partido comunista, y yo bailé el tango “Unión Cívica”²⁰. ¡Qué mezcla más loca! Perón²¹ todavia estaba en el poder y yo bailaba en un meeting de los comunistas un tango radical. Hasta que nos retiramos en 1964, bailé unas 12 veces más en público.
¿Qué desean para el tango del futuro?
ROSA: Que mantenga su esencia.
CARLOS: Claro que puede ser complementado y ampliado con movimientos diferentes, pero que se deben poder bailar de tal forma que siga siendo tango. El tango es suave y elegante. Si esto no se pierde, también en el futuro se podrá seguir bailando un tango maravilloso. Pero se debe conservar el conocimiento del tango tradicional y la conciencia de él porque de lo contrario, se perderá su esencia. Si esto sucede, el tango se degenerará hasta que no quede nada más de él, y esto sería una pérdida dolorosa para el mundo entero. A Rosa y a mí el tango nos ha dado mucho. Mientras estemos en condiciones, será nuestra gran satisfacción contribuir para que ese conocimiento no se pierda. Esto significa enseñar no solo a diez, sino a cientos, a tantos alumnos como podamos. Quien quiera, que lo aproveche; quien no, eso no es mi problema. Doy todo lo que tengo. Es mi modo de defender el tango.
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Nota de la autora: Carlos Pérez y Rosa Forte son personas humildes, modestas y discretas. No es su estilo alabarse como profesores. Por eso, algunos de quienes fueron sus alumnos durante años encuentran aquí un espacio para expresarse y explicar por qué creen que Carlos Pérez y Rosa Forte son para todos nosotros verdaderos maestros.
Alison Murray (43) y Carlos Boeri (45), Canadá-Buenos Aires, ganadores del Campeonato Metropolitano de la Ciudad de Buenos Aires, 2014
ALISON: Mi marido, Carlos, y yo somos alumnos de Rosa Forte y de Carlos Pérez desde hace siete años. Carlos nos sorprende una y otra vez por la sencillez y la claridad de sus conceptos. Nos transmite un tango cómodo y, no obstante, elegante, cuya esencia es el caminar. A menudo lo he escuchado decir: “Alguien tiene que ir caminando hasta la Patagonia y regresar”. Esa es la única manera de aprender ese caminar fluido y pegado al piso que caracteriza al estilo que él representa.
Carlos posee una musicalidad muy especial e innata. Y además tiene principios. Las figuras espectaculares nunca deben ir a costa de la música. Tanto el caminar tranquilo como el repentino apresuramiento deben tener su espacio, siempre que reproduzcan lo que sucede en la música. A menudo te dice: Bailá con la música. Cuando analiza el baile de sus alumnos, no se queda en las palabras: Les muestra exactamente cuáles son los momentos apropiados en la música para girar, dónde hay que acelerar el caminar y dónde, moderarlo.
Carlos, como ningún otro, transmite cadencia, ese elemento misterioso que hace del baile el tango, ese movimiento ondulado suave, a veces menos suave en armonía con la energía de la música. Él nos lo demuestra en su propio baile. O baila conmigo y me hace sentir lo que quiere decir para que yo le pueda explicar a mi marido qué energías debe reproducir. A veces, Don Carlos simplemente le dice: “Bailá un poco más femenino” y le transmite así una idea clara sobre la expresión que su baile debe tener en determinados momentos.
A Carlos Pérez lo llamo con respecto y admiración “Don Carlos”. Puede reconocer figuras y pasos con precisión casi matemática. Su pasión y su capacidad para ver al tango en el contexto del pasado y, aun así, mirando el futuro, son para mí increíblemente valiosas.
CARLOS BOERI: Hace diez años tomé muchas clases de tango. Mi tango cambió, pero mi confusión fue cada vez mayor. De cada profesor recibía informaciones diferentes y me molestaban los sistemas contradictorios. Por eso fui a buscar al profesor de mis profesores y en el “Sunderland” encontré a Carlos Pérez y Rosa Forte, que le dieron orientación, orden y estructura a mi baile.
Estos profesores generosos y cálidos transmiten a sus alumnos la importancia de las pausas, los secretos del caminar musical y hacen que su baile sea simple, pero elegante. Los puntos centrales de sus clases son el abrazo, la postura y el caminar, que bien pueden complementarse con figuras, pero que deben armonizar con lo especial de cada pareja y de la música. Sus clases no están divididas por temas y niveles ni hay secuencias ni movimientos que haya que aprender de memoria.
Una vez le pedí a Carlos que me enseñara la sacada hacia atrás. Él me abrazó y me dijo muy cálidamente: No te hagas la vida tan difícil. Cuando tu baile esté maduro; tu cuerpo, listo; cuando tengas la postura correcta y el necesario control del cuerpo, este tipo de sacadas se darán solas. Porque en su opinión, los movimientos no se aprenden mecánicamente, sino ejercitando el cuerpo hasta que llegue el momento en que la figura se geste en lo profundo del organismo.
Carlos y Rosa se impusieron como un deber la tarea de formar exhaustivamente a sus alumnos, sin ningún apuro. En este proceso de formación, que suele ser muy largo los acompañan con mucha prudencia y una paciencia infinita: ¡Son unos maestros!
Península Cho, Corea y Alejandra Torrejón, Argentina
Vine a Buenos Aires en el 2011 por séptima vez. Estaba buscando a un buen profesor y, por recomendaciones, llegué a Carlos Pérez y Rosa Forte. Me acerqué a Carlos casi con miedo, ya que al principio de mi estadía un organizador me había arrastrado fuera de la pista de una milonga tradicional porque quería bailar el rol del líder.
Necesité coraje para decirle a Carlos que quería aprender el rol del hombre. Pero él solo me dijo: “Probálo“, y me aceptó tal como soy. Pronto me estaba dando consejos: “Si querés llevar, tenés que conquistar a la mujer, ganar su corazón. Tenés que tratarla como a una reina para que se enamore de vos bailando. Da lo mismo si sos una mujer o un hombre”. Esto me impactó tanto que inmediatamente después de mi regreso a Corea, me corté el pelo y me compré zapatos y pantalones de hombre y una corbata —desde entonces mi look cuando bailo el papel del hombre. Seguramente no es lo que Carlos quería lograr, pero fue mi modo de poner en práctica sus palabras, tanto mental como físicamente
De Carlos y Rosa aprendí a bailar un tango amoroso y relajado, tan natural como sea posible. Fue importante para mí porque venía del ballet y de la danza moderna. Mi tango era muy frío, demasiado técnico. Y gracias a ellos me dí cuenta de que me había esforzado solamente en mejorar el aspecto técnico y las figuras de mi tango, pero no le había puesto el corazón. Para mí, ellos son maestros porque me mostraron que el tango es, en primer lugar, un sentimiento y recién después, una danza.
ALEJANDRA: Conozco a Carlos y a Rosa desde el 2011. Hasta ese momento iba de profesor en profesor, pero en ningún lugar llegué de verdad a encontrar mi baile En un primer momento, me impresionó el nivel elevado de la Práctica, pero pronto tuve la sensación de ser parte de ella, simplemente porque Rosa y Carlos me dieron una bienvenida tan cálida. Encontré en ellos a los mejores profesores que tuve hasta ahora. Cuando viene una nueva pareja, se puede observar bien con qué rapidez Carlos saca lo mejor de ellos. Con una mirada se da cuenta qué es lo que mejor le sienta a qué pareja y a menudo solo corrige detalles mínimos que tienen un gran efecto. Vivo sola en Buenos Aires, sin mi familia, pero Carlos y Rosa y todos los amigos “Sunder” la reemplazan y además, ¡allí recibo la mejor formación tanguera que uno se pueda imaginar!
Judita Zapatero, Stuttgart, Vice campeona del mundo en Tango Salón 2003
Conocí a Carlos y a Rosa en el 2006, cuando todavía no eran tan famosos como hoy. El tango para Carlos nunca había sido un medio para ganar dinero y le costaba hacerse pagar por las horas de clase porque había conocido el tango en otra época. En aquel entonces, no se daban clases y uno aprendía de los amigos.
El tango les dió muchos viajes y amistades en todo el mundo y siempre sentí lo agradecidos que estaban por eso. Ambos tienen un corazón inmenso. Apoyan siempre a la gente joven que no tiene las posibilidades económicas para pagar clases. Se manejan con amor y calma y no les importa ni el dinero ni el éxito rápido. Por eso tienen tantos seguidores.
Carlos representa un tango tranquilo y un abrazo que es sensual hacia adentro y hacia afuera. Te elogia mucho durante la clase, crea una atmósfera cálida, en la que te sentís segura y creés que no tenés más nada que aprender. Pero luego Carlos saca, pieza por pieza, sus inmensos y fundados conocimientos y corrige mucho y con gran precisión. Concientiza a sus alumnos sobre el modo en que comienzan un tango, si siempre lo terminan de igual manera, qué manías y costumbres tienen y les muestra cómo pueden variar más su baile.
Sus instrucciones generalmente están dirigidas al hombre. No obstante, en todos estos años aprendí muchísimo con él y supe y aprendí por sus anécdotas de los años cincuenta muchas cosas sobre el tango. Por ejemplo, Carlos contó cómo practicaba antes el caminar, cuando iba a hacer las compras para su mamá, caminando sobre el cordón de la vereda para aprender a poner derechos los pies. O sus explicaciones sobre la postura erguida: Mirándolo desde atrás, el saco del hombre debe estar lleno de espalda, no se deben formar arrugas. O con respecto a las entradas²², él siempre dice que hacia fuera debe parecer como si el pie del hombre corriera el pie de la mujer, como si la marca partiera del pie del hombre. Este no es el caso, pero es una bella imagen para aprender a pisar con precisión. Hoy se explica la técnica de manera totalmente diferente, pero estas imágenes de Carlos hablan un maravilloso idioma propio.
Para Carlos, se necesita tiempo, hay que digerir lo aprendido, llevarlo a la práctica. Recién entonces continúa y va al paso siguiente. Mantiene siempre la visión del conjunto y no agobia a sus alumnos ni por un segundo. Para mí es un maestro porque puede guiar a sus alumnos al largo plazo y siempre pensando ya en su futuro y en el del tango.
Sabrina Rafa (30) y Álvaro Bravo (26), Buenos Aires
SABRINA: Bailo desde hace tres años, voy dos veces por semana a la Práctica y con Álvaro tomamos clases particulares con Carlos y Rosa. No hubo profesor que me inspirara tanto como ellos.
Desde el 2012 participamos en el campeonato mundial. Ellos siempre nos acompañaron, nos dieron seguridad y nos infundieron valor. Con su ayuda, adquirimos una mirada sobre nuestra propia evolución en la danza. Álvaro y yo, con 1,78 m y 1,87 m de altura respectivamente, somos una pareja muy alta. Carlos nos enseñó cómo armonizar nuestro tango con nuestra estatura. Como bailarina, ahora tengo más claro mi rol como mujer: acompañar al hombre. Esto no tiene nada que ver con pasividad, allí más bien yace la belleza del tango para la mujer: estar atenta, esperar y llevar a la práctica un movimiento que introduce el hombre y dejarse llevar.
Las correcciones que ambos hacen, se perciben como los buenos consejos que te da tu mejor amigo. No me puedo imaginar que haya alguien que no quiera a Rosa y a Carlos.
ÁLVARO: Llegué a la Práctica hace cuatro años y medio por recomendaciones y allí conocí a Sabrina. Carlos pronto nos invitó a tomar una clase particular y rápidamente tuvimos la sensación de ser parte de una familia. Al principio creí que su amabilidad era una estrategia de marketing, pero hasta el día de hoy no cambio nunca su actitud y lo veo como un hombre humilde para con todos sus alumnos. Desde hace tres años nos da clase sin cobrarnos.
Carlos le dio estructura a mi tango y me mostró cómo combinar elegancia, la postura erguida y distensión. Le quitó la prisa a mi tango, le dio serenidad. Pero no solo eso, también me transmitió una especie de filosofía de vida: No intentar ser algo que no soy. Evolucionar, sí, pero no forzar nada. Tener paciencia, confiar en el proceso y dar de mí todo de lo que soy capaz.
Carlos tiene una mirada muy perspicaz y pone en palabras lo que ve. Mi abrazo, por ejemplo, era muy rígido. Él me tomó y con un par de movimientos me mostró enseguida cómo hacerlo mucho más confortable. Parece como si pudiera ver en el cuerpo de sus alumnos. Es difícil de entender, hay que vivirlo. ¡Por eso es un maestro!
María Inés Bogado (33) y Sebastián Jiménez (22), Buenos Aires, Campeones de Tango Salón 2010
MARÍA INÉS: Tenía 28 cuando llegué a la Práctica. En aquel entonces todavía bailaba en un show de tango callejero.
SEBASTIÁN: Apenas tenía 14 cuando llegué a Carlos y cuando bailé allí con María Inés, experimenté algo muy especial. Pero él no estaba muy entusiasmado con mi idea de tenerla como pareja de baile, quizás por la diferencia de edad.
MARÍA INÉS: Carlos y Rosa no nos enseñaron pasos, sino que nos enseñaron a bailar. Nos explicaron que el tango no es algo técnico, sino un sentimiento. Carlos siempre fundamentó por qué debíamos bailar, abrazarnos o estar parados de determinada manera. En esto, Rosa era los ojos de Carlos: Veía todo, encontraba la palabra justa en el momento justo y se daba cuenta de lo que me faltaba en ciertos momentos como bailarina.
SEBASTIÁN: Carlos nos contó sobre los grandes milongueros, las raíces del tango y, con sus anécdotas, nos abrió los ojos para muchas cosas que no habríamos podido ver sin él.
MARÍA INÉS: Con ellos se dio un intercambio importante y periódico, ya que ellos compartían con nosotros toda su experiencia, no se guardaban nada para sí. Yo necesitaba todas esas horas que pasé en su casa, en las que me sentía segura como persona y también de mi evolución como bailarina.
SEBASTIÁN: Carlos también me preparó como un padre para la vida. Hoy sigo escuchando sus consejos, no solo en lo referente al baile: Mantener la calma, aún en los momentos más difíciles. Él dice una y otra vez que mi tango no depende de los pasos, sino de que en él expreso lo que soy. Ellos además nos ayudaron emocionalmente, porque para participar en un campeonato mundial como este también hay que estar preparado interiormente, no solo en el aspecto físico y en el baile en sí.
MARÍA INÉS: A menudo Carlos me dijo a mí, por ser la mayor: Me preocupa Sebastián porque aún es muy joven. Justamente por eso dijo siempre: No cuenten con ganar, ustedes son buenos, pero esto no les garantiza el triunfo. Seguramente nos quería proteger.
SEBASTIÁN: Desde entonces han pasado cuatro años, pero siempre seguimos en contacto y después de nuestras giras, lo primero que hacemos es buscarlos. Después de un tiempo largo sin tomar clases, nuestro baile pierde elegancia, se ensucia un poco. Entonces los volvemos a necesitar como profesores.
MARIA INÉS: Sí, pero no solo nos faltan como profesores, sino también como personas, como si fuéramos una familia. Cuando Carlitos nos ve, lo primero que dice es: “Chicos, ¿por qué se apuran tanto? ¿Qué pasa con ese abrazo? ¿Y con los pies?
Carlos ve lo que los otros no pueden ver. Que nos hayamos convertido en campeones mundiales se lo debemos a dos personas: a nuestros maestros Rosa y Carlos.
Pies de página:
1 Para un informe sobre el tango en la serie “360° – GEO Reportage“ filmó, por encargo de la productora de Berlín Medienkontor German Kral para la emisora de TV germano-francesa ARTE.
2 Gerardo Portalea (*1928, †2007), bailarín de salón, milonguero y representante del estilo Urquiza, que trabajaba como guardián en un cementerio y que en su tiempo libre era famoso por su estilo de baile elegante, tranquilo, que se caracterizaba por mucha cadencia y pocas figuras.
3 José “Lampazo“ Vázquez (*1928, †1999), bailarín de salón y representante del estilo Urquiza. Se lo llamaba “Lampazo” porque cuando bailaba sus pies parecían deslizarse por el piso como un trapo. Se distinguió especialmente por la forma en que bailaba canyengue y milonga.
4 Ramón “Finito“ Rivera (*1929, †1987), también llamado “Fino“, procedía del barrio de Paternal. Representaba un tango elegante que sabía combinar armónicamente con figuras suaves. Tenía un talento natural, pero siempre mantuvo su humildad.
5 María Nieves (*1938), hija de inmigrantes españoles, la bailarina de tango del siglo. Junto con Juan Carlos Copes contribuyó a que el tango alcanzara fama mundial en un momento en el que era casi una mala palabra. Como bailarina de escenario fue famosa por su virtuosismo y rapidez y sus adornos sensuales.
6 José ‘El Turco’ Brahemcha (*1931, †2010), a quien la madre aconsejó cuando tenía 16 años que aprendiera a bailar tango para conocer muchachas. Fue un representante decisivo del estilo Urquiza, cuyo repertorio amplió considerablemente. Su baile se caracterizaba por su elegancia, su musicalidad y su caminar suave y fluido.
7 Alberto Villarrazo, también llamado “El Gallego“, porque tenía ascendencia española. Su baile se caracterizaba por la gran abundancia en figuras y el virtuosismo, no tanto por elegancia.
8 Lápiz, un adorno en forma de semicírculo que hace el hombre/guía con la punta del pie de la pierna libre.
9 Cadencia, en el ámbito tanguero y en el español de Argentina, la capacidad de una pareja para expresar en su baile la energía de la música.
10 Canyengue, viejo estilo de baile en los barrios pobres de Buenos Aires, que de 1890 a 1930 se bailaba con las piernas flexionadas, con una fuerte inclinación de la espalda hacia adelante y con una posición alta de los brazos, que de 1930 a 1940 se le dio más elegancia modificando la postura y que a partir de 1940 adquirió un carácter totalmente diferente con el surgimiento de los giros.
11 “Cafetín de Buenos Aires“, un tango que cantaba la vida en la capital argentina y los encuentros habituales en aquel entonces en las cafeterías clásicas. Música: Mariano Mores, letra: Enrique Santos Discépolo.
12 El Nene Fo (*1929), un bailarín alto y extremadamente elegante, que a pesar de su altura se destacó por su virtuosismo y rapidez en la piernas. Hoy ya no baila por motivos de salud.
13 Eduardo Pareja (* 1930), conocido como “Parejita“. Su baile se caracterizó durante su juventud más por el virtuosismo y abundancia de figuras que por su caminar tranquilo y elegante. Sigue bailando y enseñando.
14 Osvaldo Mozzi “Mingo Canónico“ (*1922), este milonguero de Villa Urquiza, que siempre parecía muy serio, se hizo famoso en la década del cuarenta por su gran elegancia. Su estilo tenía mucha cadencia, se caracterizaba por pasos largos y la bien lograda combinación del tango nuevo con el viejo (antes y después de que “Petróleo” inventara el giro en los años cuarenta).
15 División Norte-Sur: Buenos Aires se puede dividir en el norte, más bien rico, y el sur, más bien pobre. Una división de este tipo también se podía observar en el tango, ya que en ambas zonas se desarrollaron diferentes estilos de baile.
16 Estilo Urquiza, una variante del tango de salón y un estilo conocido por su elegancia, con muchos enrosques y lápices, que se desarrolló en los años cuarenta. Es llamado con el mismo nombre del barrio en el norte de Buenos Aires, en el que surgió y que se considera la cuna del tango salón.
17 Luis “Milonguita” Lemos, uno de los más importantes representantes del estilo Urquiza, un bailarín elegante, suave, de quien se dice que fue el mejor bailarín de salón de todos los tiempos.
18 Pedro „Toto“ Farraldo (*1930), milonguero del barrio de Parque Chacabuco, a quien hoy todavía se puede ver en las milongas de Buenos Aires y que sigue dando clases. Su baile se caracterizaba, sobre todo en su juventud, por la gran abundancia de figuras.
19 Sin Rumbo, milonga en Villa Urquiza, también llamada “La Catedral del Tango“.
20 “Unión Cívica“, un tango compuesto por Domingo Santa Cruz en 1904, en homenaje al partido radical, la “Unión Cívica Radical“
21 Juan Domingo Perón Sosa (* 1895 † 1975), dos veces Presidente de Argentina. El socialista es conocido en todo el mundo, también por su segunda esposa, Evita Perón.
22 Entradas, un movimiento en el que el hombre introduce un movimiento poniendo el pie entre los de la mujer.
Contacto: CARLOS Pérez y ROSA Forte cyrtango@yahoo.com.ar