Tango Solidario – aquí y allá

Daniel (3) está sentado a la gran mesa en el comedor del Hogar para Niños. Con los bracitos cruzados mira desde ojazos tristes el mundo, el nuevo entorno que desde ahora será su hogar. Recién ayer llegó allí. No entiende por qué no puede seguir viviendo con su familia. Los colaboradores de la Oficina de Protección de Menores tenían suficientes motivos para alejarlo de ella. Porque fue víctima de una salvaje violencia y de abuso sexual. Tanto maltrataron al chiquito que antes de ser llevado al Hogar, tuvo que ser tratado durante una semana en el hospital. Y ahora Daniel está allí, en un lugar que le es desconocido, en un hogar con otros treinta chicos que no conoce.

Daniel es uno de los innumerables chicos argentinos que padecen necesidades. Que encuentren refugio en un hogar donde no solo tienen un techo, sino también en donde se les brinda cariño, respeto y también una formación, se lo deben, entre otros, a bailarines de tango de todo el mundo.

Tango Solidario en Buenos Aires

El Hogar en el que ahora vive Daniel es uno de los tres establecimientos, a unos 30 km del centro de la ciudad de Buenos Aires, que apoya la iniciativa “Tango Solidario”. Porque la escena tanguera de Buenos Aires no es solo el mundo de la música y de un baile sin igual que depara a sus bailarines tantos momentos de felicidad. También es un mundo solidario, comprensivo y altruista. Pues el Estado argentino ayuda a los necesitados —si es que lo hace— en medida extremadamente exigua. Allí donde no llega o no alcanza la ayuda estatal, intervienen los bailarines de tango con un invento maravilloso: las milongas solidarias.

La iniciativa JugarxJugarSolidariamente de Hugo Maffi, por ejemplo, se impuso la tarea de llamar la atención, traspasando la escena tanguera, sobre estos hogares, escuelas y proyectos sociales que necesitan en forma apremiante la ayuda. Los interesados pueden elegir los establecimientos con los que desean colaborar y la forma de hacerlo.

Además, Hugo Maffi y María Aragón invitan el segundo domingo de cada mes a su Milonga Solidaria en Buenos Aires, lo que los compromete ininterrumpidamente con una buena causa.

La iniciativa de Atilio Verón en la Milonga “La Nacional”, por mencionar un tercer ejemplo, persigue la misma meta: Juntar dinero para poder mejorar un poquito las condiciones del entorno en los hogares, a menudo muy pobre. Si bien no pueden cambiar las necesidades de los niños, los bailarines al menos quieren contribuir a brindarles una niñez digna y un futuro1.

Tango Solidario más allá de las fronteras.

 

No solo en Argentina los bailarines de tango tienen la intención de mejorar las condiciones de vida de los niños argentinos que padecen necesidades. Así fue que en el 2002 se instituyó en Australia el proyecto benéfico de la Fundación Sociedad para los Niños. Con ella surgió la idea de tejer una red mundial de milongas benéficas para ayudar con sus ganancias a los hogares infantiles.

La idea de los australianos era devolverle algo a Argentina por la alegría que conocieron a través del baile más argentino de todos los bailes, el tango. Desde entonces se hacen “Milongas para los Niños” en diferentes ciudades de Australia, Nueva Zelanda y los Estados Unidos de América. Entretanto, la idea fue llevada a Europa, entre otros países, a Alemania. Y Jürgen Schwenkglenks y su esposa, Magali, ya invitaron dos veces a Passau, a la Milonga para los Niños.

Milonga Solidaria de Alemania

La idea de las milongas benéficas fue adoptada por bailarines de tango alemanes en el 2012. Desde entonces, estos eventos denominados Milonga Solidaria Alemania, tienen lugar en muchos diferentes lugares con un concepto que varía ligeramente. Con sus donaciones, los bailarines no solo ayudan a hogares para niños, sino también a aquellos para jóvenes. En el término de cuatro años se desarrolló en Alemania una verdadera Movida Tanguera Solidaria, que actualmente cuenta con diez eventos que giran en torno a la solidaridad, sean milongas, prácticas o mercados de pulgas en Darmstadt, Landau, Frankfurt, Rostock, Augsburg y, recientemente, también en Kassel.

Los profesores locales de tango, las parejas de baile y los tangueros colaboran con estos eventos desplegando mucha imaginación: lógicamente, con donaciones de dinero, pero también con contribuciones artísticas, mediante la venta de panes orgánicos donados, bebidas y zapatos de tango y el sorteo de camisetas de fútbol entre muchas otras cosas más. Gracias a esta ayuda, la totalidad de las donaciones, es decir, sin ningún tipo de deducciones por gastos administrativos o similares, beneficia a los tres hogares en Argentina que ayuda Tango Solidario Alemania.

 

El Hogar Los Horneros

Los Horneros es uno de estos hogares. Desde hace ya 14 años la escena tanguera juega un papel importante en este establecimiento, y viceversa. Los bailarines en Alemania se interesan por las condiciones de vida de los niños allí y por los progresos que posibilitan sus donaciones. Y también los niños y la directora saben que los bailarines de tango los recuerdan con regularidad enviándoles donaciones. Los Horneros es una pequeña granja en La Reja, que fundó en su momento Elisa Jiménez. Aquí vale la pena mencionar que esta enérgica mujer recibió por su trabajo la distinción como “mujer más extraordinaria del año 2012”. Elisa es una persona ágil, tiene ocho hijos, veinticuatro nietos y once bisnietos. Desde hace casi dos décadas invierte su energía ayudando a chicas que por diferentes motivos no pueden quedarse con sus familias. En Los Horneros Elisa les transmite alegría de vivir y seguridad y se ocupa de que tengan una formación y un futuro.

En Los Horneros se alojan de diez a quince chicas, de tres a 12 años de edad, y madres menores con sus bebés, y todos forman parte de la gran familia de Elisa. La Oficina de Protección de Menores las lleva allí, donde pueden quedarse hasta que estén dadas las condiciones para que regresen con sus familias de origen —lo que en la mayoría de los casos es solo una opción teórica— o sean adoptadas —lo que tampoco sucede muy a menudo—. La que se queda, debe dejar el Hogar al cumplir 18 años. Esta es en todo caso la reglamentación oficial. Sin embargo, cuando llega ese momento, no todas pueden valerse por sí mismas. Pero eso ya fue previsto por Elisa: En el terreno de la granja hizo construir pequeñas casas de madera en las que pueden quedarse las pupilas, quienes contribuyen a su manutención trabajando. La comunidad con la que están familiarizadas les da seguridad hasta que puedan independizarse.

Cuando la necesidad es grande, carneamos una de nuestras gallinas.

Aun así, hay ocasiones en las que en Los Horneros se sufren estrecheces, no solo de espacio, sino sobre todo económicas. Eso tampoco desanima a Elisa. “Si no tenemos dinero para comida, carneamos uno de nuestras gallinas y cocinamos una sopa que nos deja satisfechas a todas”, dice. Por sus experiencias de vida sabe que siempre hay alguna forma de salir adelante.

Los Horneros es un establecimiento reconocido por el Estado, pero los subsidios del sector público solo cubren una pequeña parte de lo que se necesita para el mantenimiento del hogar y el sustento de sus habitantes. Por eso su supervivencia depende de donaciones privadas. Y estas llegan, sobre todo, por intermedio de las milongas solidarias. Por eso Elisa está tan agradecida al tango. Porque a él le deben que las chicas ya no vivan en una choza, sino en una casa de verdad. Que Elisa y sus hijas ya no tengan que cocinar sobre un fogón en el piso, sino que cuenten con una cocina y agua corriente y gas y una casa segura con ventanas y estufas. Todo esto recién fue posible con la ayuda de los bailarines solidarios de tango de todo el mundo.

Dar esperanzas

“Las chicas ya han debido superar muchas cosas cuando llegan a nosotros“, dice Elisa, quien por la muerte prematura de su mamá tuvo que aprender de niña a sobrevivir en la calle. De aquella época proviene también su motivación para mostrarles a sus protegidas que todos pueden cambiar su vida. “Pero en aquel entonces la vida en la calle no era tan dura como hoy en día”, cuenta, “sobre todo, no había drogas como el Paco2. Esto es una cosa verdaderamente terrible, que en poco tiempo crea adicción en las personas de los barrios pobres y los destruye completamente, al igual que a muchos padres de estos chicos.”

Para que las chicas estén preparadas para la vida y puedan salir airosos en la sociedad, van a la escuela, pero también adquieren capacidades prácticas como el cultivo de verduras y el manejo de plantas. Todo esto y algo que Elisa tampoco se puede explicar, produce cambios en las chicas que incluso deja boquiabiertos a los psicólogos. Elisa, junto con sus hijas, ayuda a sus protegidas a hacer experiencias nuevas y positivas, les da amor y un hogar y les aligera el gran peso que agobia sus almas jóvenes.

Elisa cree en la gente, en la vida y por eso lucha. “Siempre soñé con un mundo mejor”, cuenta, „pero este no surge, así como así. Solo existirá si yo lo creo junto con otros“. Eso hace día tras día, convirtiendo su trabajo caritativo en una causa común de toda su familia y lo sigue haciendo a pesar de todas las dificultades, crisis y estrecheces económicas.

Ayuda para la autoayuda.

La finalidad de las acciones de ayuda de Tango Solidario no es solo la provisión de alimentos, asistencia médica, instrucción, formación y asistencia psicológica, sino también la prestación de una ayuda prolongada para la autoayuda. Por eso, con las donaciones se financió en Los Horneros la construcción del llamado salón multiuso, un edificio anexo en el que el Hogar ofrece eventos, vende los trabajos de cerámica, cuero o paño que ellos mismos fabrican o las plantas del vivero propio, lo que les permite ganar dinero adicional para la manutención,

El Hogar Siand

El Hogar Siand se encuentra a unos veinte minutos de Los Horneros. Desde el comienzo, el tango jugó aquí un papel especial porque fue la bailarina de tango Mónica Martínez quien lo fundó en el 2005, junto con Alicia Hernández. También este establecimiento está reconocido por el Estado y recibe subvenciones, aunque escasas. También aquí la vida cotidiana suele ser difícil. Alicia cuenta: “Las ayudas llegan a menudo con gran retraso y una y otra vez tenemos que hacer deudas. Por suerte, nos dan algo de tiempo para pagar el micro escolar y también para los honorarios psicológicos, la asistencia médica y las cuotas escolares de los chicos.” Actualmente, Alicia cuida, las 24 horas del día, a 30 chicos de entre dos semanas y 13 años de edad. El Estado se los envió a todos, aunque solo paga subsidios para 13 chicos para los que está autorizado oficialmente el Hogar.

Un sueño que difícilmente se cumpla

Los chicos llegan por orden del Juez de Menores, fueron recogidos en la calle o tuvieron que ser separados de sus familias por su protección y para su supervivencia. Padecen casi todos los trastornos de desarrollo: sociales, emocionales e intelectuales. Su origen prácticamente no se diferencia, todos vienen de padres drogadictos, criminales, violentos, enfermos mentales o sin techo, que son incapaces de asumir responsabilidad por ellos y por sus hijos, los dejan abandonados a su suerte o los tratan con violencia.

Este también es el caso de las dos hermanas enfermas de VIH, Ana y María. Su madre, una prostituta, está enferma de SIDA; su padre, el proxeneta. Ella no se ocupó de la asistencia médica de sus dos hijas y finalmente la Oficina de Protección de los Menores se las quitó. “Los primeros días estuvieron sentadas en un rincón con miedo”, cuenta Alicia, “no decían ni una palabra”.

Las dos chicas no son los únicos niños que causan preocupación. Allí también están Mario y sus dos hermanos. No entienden por qué ellos están en el Hogar Siand y sus tres hermanas en otro, en Los Horneros. La Oficina de Protección de Menores los separó. Para los hermanos es como si el sufrimiento experimentado aún no fuera suficiente. Pero Mario sueña con que algún día todos volverán a estar juntos, con sus padres. Un sueño que difícilmente se cumpla.

Antes de llegar al Hogar Siand muchos de los chicos vivían en la calle. “Su día comenzaba pidiendo limosna o consiguiendo alimentos, para lo que tuvieron que desarrollar mucho ingenio o, muchas veces, robarlos”, explica Alicia. “No siempre tenían éxito, se quedaban con las barrigas vacías y en su desesperación y su inmensa hambre también comían plástico, soga o tierra para mantenerse con vida.” Alicia a menudo necesita horas para sacarle los piojos y lavar a los chicos abandonados, maltratados física y psíquicamente, a menudo también abusados sexualmente.

El mayor dolor: ser abandonados por los padres

El peor sufrimiento de los chicos es haber sido abandonados por los padres. Esto probablemente pese aún más en un país en el que la familia ocupa un lugar muy importante. Para poder superar ese dolor y aprender a manejar su ira, y finalmente también a perdonar, Alicia trabaja en estrecha cooperación con psicólogos y ella misma intenta infundirles ánimo a los chicos a través de la fe cristiana. Con frecuencia es la primera persona de referencia estable en sus vidas, en la que ellos confían, con la que pueden contar y la que les da lo que hasta ahora no conocieron: seguridad, respeto y esperanza, pero también reglas claras y consecuencias—y cuando no hay otra salida— “arresto domiciliario”.

Se le da mucha importancia a la formación, tanto a la escolar como a la práctica. Los chicos asisten a una escuela normal o a una especial, de acuerdo con su nivel de desarrollo. Y de Alicia aprenden lo que no les enseñaron sus familias ni la calle: normas de conducta, principios y valores. “Para que una vez salgan airosos en la vida y en la sociedad, debo brindarles apoyo y, sobre todo, ponerles también límites”, dice Alicia. Por eso es estricta, de vez en cuando también impone un castigo y, sobre todo, distribuye tareas y obligaciones. Los chicos más grandes, por ejemplo, le dan de comer a los bebés. Así aprenden a hacer su contribución a la comunidad, a ocuparse de otros y a devolverle algo a la comunidad.

Como los chicos casi nunca pueden volver a sus familias de origen, Alicia solo desea una cosa para sus protegidos: Que sean adoptados. Pero la intermediación es difícil, algunas veces imposible, aunque hay parejas interesadas. Muchas veces, cuenta Alicia, falta la disposición a cooperar por parte de la Oficina de Protección de los Menores o de los padres, que no se ocupan de sus hijos, pero tampoco autorizan su adopción. Entonces los necesitados de protección quedan en el Hogar. Muchas veces hasta que cumplen la mayoría de edad. En algunos casos incluso los traen de vuelta después de un año o dos porque los nuevos padres se sienten superados con la educación y la tutela de los chicos que —como es comprensible— no son fáciles; un dolor inmenso para aquellos que creyeron transitoriamente tener una familia.

Situaciones difíciles

Al comienzo, las necesidades en el Hogar Siand eran grandes y su futuro, más que incierto. Faltaba de todo. Su vida era muy precaria. Alicia lavaba a mano la ropa para los entonces 13 chicos; calentaba el agua en una olla. Hasta que una bailarina de tango de Francia donó una lavadora industrial.

El dinero de las milongas solidarias en todo el mundo posibilitó muchas cosas más: Se colocaron pisos de cemento, se hicieron dormitorios y se instalaron baños separados para los chicos y las chicas, se agrandó la cocina, se pusieron plantas en el jardín y se construyó una galería. Cuando en el 2010 un tornado arrancó el techo, en el término de 14 días tuvieron uno nuevo gracias a las donaciones de bailarines de tango solidarios en Australia. Y en el 2013, gracias a las donaciones, se pudo construir un anexo. Allí, en el salón de trabajo, los chicos, que suelen tener problemas de aprendizaje, pueden aprender un oficio práctico. Y en la nueva sala de música, que se encuentra en ese edificio, pueden expresar con instrumentos sus experiencias traumáticas, que a menudo no son capaces de verbalizar. “Tienen una verdadera oportunidad”, dice Alicia, “por un lado, de no terminar otra vez en la calle porque son capaces de ganarse la vida por sí mismos y, por otro, de procesar su sufrimiento, aun si no pueden o no quieren hablar de eso.”

Hogar Casa de Teresa

El Hogar Casa de Teresa está a unos 15 minutos en auto del Hogar Siand y de Los Horneros. La ayuda a este Hogar y a los once muchachitos que ahora viven allí es desde el 2014 el proyecto más reciente del Tango Solidario Alemania.

Este Hogar fue fundado en 1983 por Teresa González, una madre que crió sola a sus cuatro hijos. Desde su muerte, en el 2009, lo llevan adelante su hijo, el profesor de educación física Leandro (38), y su hija, la psicóloga Fernanda (43). “En una fría noche de invierno mi mamá vio cómo golpeaban en un tren a chicos de la calle. Ella intervino y los trajo a casa. Primero fueron dos, después cuatro, al final, seis y pronto tuvimos un montón de hermanos”, cuenta Fernanda guiñando un ojo. “No siempre fue fácil compartir a tu madre con tantos chicos, pero así aprendimos desde un principio que es importante ayudar a otros”.

Sin perspectiva de regresar a la familia

Leandro es el representante legal de los once niños y jóvenes que actualmente viven allí. Además de su trabajo en el Hogar, desarrolla dos actividades profesionales, lo que es absolutamente ventajoso: Si no hay dinero en la caja del Hogar, ayuda con su sueldo. Sus propios hijos y su esposa no lo ven tan a menudo como quisieran. Ese es el aspecto negativo de su compromiso con los chicos, que no tiene padres que se ocupen de ellos. “Actualmente con los chicos del Hogar no nos sentimos tan solos. Se lo debemos a Tango Solidario, que no solo nos apoyan económica, sino también moralmente” dice Leandro. La perseverancia, esa era la estrategia para sobrevivir de su madre y después, de él y de su hermana, ya que los subsidios estatales para el establecimiento llegaron recién 17 años después (!)

Si se le pregunta de dónde saca la fuerza para su trabajo, responde: “Solo muy pocos de estos chicos pueden volver con sus familias y llevar una vida normal. ¿A dónde podrían ir?“

Allí están los cuatro hermanos Fernández, de 10, 11, 13 y 15 años. Hace 7 años la Oficina de Protección de los Menores los recogió en la calle y los llevó al Hogar Casa de Teresa. Después de que su madre había muerto de SIDA en el 2006, su padre los mandó a mendigar en la calle. Guillermo, el más joven, no conocía un inodoro, ni un baño, ni un cubo de basura, ni una noche tranquila en la que no tuviera que sentir miedo de que le robaran sus zapatos mientras dormía. Cuando poco después el padre también murió por la enfermedad, la desesperación de los hermanos fue infinita. Y continúa todavía hoy. El miedo de que su permanencia en el Hogar pueda terminar al día siguiente, y de que tengan que volver a la calle, los acompaña permanentemente.

Mil veces mejor que la vida que tuvieron en la calle

A primera vista, Francisco (13) es un tipo rudo. Siempre hace lío en la escuela. Si una familia lo quería adoptar, se comportaba tan mal que lo llevaban de vuelta. Eso sucedió ya cuatro veces. “Ellos, en sus fantasías, asumen una personalidad que desearían tener y hacen como si fueran invulnerables, como si nada los afectara”, explica Fernanda la vida interior de su protegido. “Esta es una mera estrategia de supervivencia ante la falta de autoestima”. Pero Fernanda conoce a sus muchachos. “Cuando hace algunos meses fui con Francisco a comprar pan, pateaba lleno de ira todo lo que aparecía en su camino. Y de repente soltó abruptamente: “¿Por qué me trajo mi mamá al mundo si no me quería tener? Estos son momentos en los que incluso pedagogos experimentados no saben qué decir.

“Cuando la gente de Tango Solidario vino por primera vez, quedaron conmocionados cuando vieron las condiciones de vida en el Hogar, el techo deteriorado, las necesidades evidentes en todos los rincones. Pero lo que a la sociedad burguesa le parece inhumano, es para estos chicos mil veces mejor que el desamparo que experimentaron en su vida hasta llegar al Hogar”, comenta Leandro.

Mostrarles que la vida vale la pena ser vivida.

Abrazar a los chicos y jóvenes, protegerlos y aceptarlos para que sepan que existe otra vida en la que no hay golpes ni maltrato, tampoco abuso ni abandono. La finalidad del trabajo en el Hogar Casa de Teresa es mostrarles que ellos y sus vidas valen y transmitirles valores.

Suele pasar que el dolor que agobia el alma de los chicos también es difícil de manejar para los adultos que se ocupan de ellos. A veces se necesitan años hasta que se logra transmitirles algo y el éxito nunca es seguro. Incluso sucede, aunque rara vez, que hay que desprenderse de uno u otro protegido si no es tolerable para la comunidad porque una y otra vez ignora las reglas y traspasa los límites.

“Pero si al final hay dos jóvenes criminales o dos chicos drogadictos menos en el mundo, entonces tiene sentido lo que hacemos“, dice Fernanda. “Y si solo tres o cuatro hacen el secundario y aprenden una profesión, tienen valores en la vida, todo ha valido la pena”, agrega Leandro.

Pueden quedarse, así lo prescribe la Oficina de la Juventud, hasta cumplir 18 años. Pero la permanencia en el Hogar de los jóvenes habitantes está ligada a condiciones: Quien no va a la escuela, quien no se forma o no trabaja para contribuir a la comunidad, debe irse. “La formación es fundamental para modificar su vida”, dice Leandro.

Ayuda de todas partes

Después de la escasez de las primeras épocas, Leandro y Fernanda reciben ahora ayuda gracias a los argentinos solidarios de muchas partes. El trabajador social Hugo Bedecarras (45) ayuda ad honorem al Hogar desde hace seis años, por puro humanitarismo. A Hugo le duele en el alma el dolor de otras personas, muy especialmente, el de chicos y jóvenes. Se ocupa, siempre que sea posible, de mantener el contacto con las familias de origen, coordina las visitas, se ocupa de cuestiones importantes como la salud, las presentaciones ante el tribunal, los documentos de los jóvenes y los acompaña a la escuela cuando hay problemas. Y habla con ellos, día tras día, y los escucha:

“Quien no puede enfrentar su historia, repetirá el modelo de su niñez”, dice, “por eso es tan importante la charla. Tienen que darse cuenta y volverse fuertes para poder establecer otro tipo de relaciones y no volver a caer en lo que aprendieron con sus familias”.

Cada alegría de los jóvenes, un logro

Y está la pareja de empresarios Silvia Fleming (54) y Guillermo Arenas (57). En abril del 2014 se enteraron del Hogar a través de la lista de distribución solidaria de Hugo Maffi. Desde entonces asumen ad honorem compromisos con el Hogar, van varias veces a la semana y pasan al menos dos fines de semana al mes allí. Se ocupan de las comunicaciones con el Estado, con empresarios de la construcción, arquitectos, artesanos; intentan aliviar a Leandro y Fernanda donde pueden, visitan alguna vez con los jóvenes el Teatro Colón u organizan con sorprendente energía la visita gratuita al Cirque de Soleil.

“Cuando vinimos por primera vez y dejamos el Hogar, no pudimos pronunciar palabra durante 15 minutos; así estuvimos sin saber qué decir y tomamos la decisión de contribuir aquí”, cuenta Silvia. “Desde entonces aprendimos mucho; por ejemplo, a no ser tan impacientes y a reconocer que incluso un paso diminuto hacia adelante es un cambio. Y, sobre todo, que cada alegría de los jóvenes es un logro: recibir un regalo para el cumpleaños, comer con todos unos panchos. Para ellos, que no conocían algo así, tiene una importancia inmensa”, agrega Guillermo.

Todos juntos hemos logrado mucho. Hoy en día, la situación es mejor. Los jóvenes tienen que comer; ya no se llueve adentro, pero todavía hay muchos problemas que deben ser abordados: instrucción, formación, ayuda psicológica, cursos de computación y apoyo para el aprendizaje. Todos los chicos conocieron grandes necesidades, carencias y abandono en sus jóvenes vidas. Prácticamente no se les dio nada, hay que enseñarles todo.

Ayudas del Estado y, sin embargo, muchas carencias

El año pasado recibieron una inyección de dinero inesperada por parte del Estado, y el agradecimiento de todos es grande. Además del subsidio normal para alimentación de los pupilos, el Hogar recibió una suma grande para reconstruir la casa en ruinas. Fue una bendición. Y desde hace año y medio reciben además ayuda económica de las Milongas Solidarias en Argentina y Alemania.  Así los jóvenes tienen un hogar realmente sólido, en el que, por cierto, hay muchas carencias. Una gran preocupación de los pedagogos es la falta de una habitación para los jóvenes de 18 años, que deben abandonar el Hogar pero que todavía no están en condiciones de vivir solos. “Si viven en nuestro terreno, van a trabajar y pueden contribuir con la comunidad hasta que estén acostumbrados a la independencia y la responsabilidad, este sería un gran paso hacia adelante”, dice Hugo Bedecarras.

También sería una ayuda muy útil una máquina de coser y una persona que pueda arreglar y reformar la ropa. “Recibimos muchas prendas regaladas, pero a menudo están rotas. Necesitamos donaciones de ropa porque los jóvenes rara vez traen algo más que lo que llevan puesto”, explica Hugo “Si pudiéramos pagar una costurera sería posible pasarles la ropa arreglada a otros hogares, venderla o cambiarla. Un proyecto útil sería un salón multiuso, como el que ya hay en Los Horneros. Allí nosotros también podríamos ganar algo más, hornear pizzas y venderlas, para poder ser un poco más independientes.” No faltan ideas para la autoayuda, pero a menudo sí los medios para llevarlas a la práctica.

Estima por las acciones solidarias del interior y del exterior.

“Estamos agradecidos por las donaciones”, dice Hugo. “Pero hay otra cosa importante, justamente para los jóvenes. No es solo el dinero, sino también algo de un valor inestimable que viene con él. Es la dedicación de los donantes, que hacen sentir a los niños abandonados que su suerte y su futuro les preocupa a otras personas en Argentina, en Alemania y en cualquier otro lugar.

Para alguien como José, esto es sumamente importante, cuenta Hugo y prosigue: “Tiene 13 años, no sabía leer ni escribir porque no asistió a la escuela antes de entrar al Hogar. Todos intentan ayudarlo para que pueda recuperarse de sus deficiencias y vaya a la escuela. Ser testigo de su alegría porque este año escolar solo reprobó una materia, es una compensación inmensa”.

Y Fernanda puede contar también sobre muchos momentos maravillosos en la convivencia con los chicos, a pesar de todos los problemas: “Cuando celebrarnos Año Nuevo, comimos juntos, miramos los fuegos artificiales y nos sentimos como una gran familia.”

Leandro agrega: “Nuestras vacaciones en el mar, en el 2013 en Punta de Arena. Fue un verdadero esfuerzo llevarlo a cabo, juntar el dinero, finalmente viajar con ellos 400 km. Y luego, en el destino, la alegría en los ojos de estos jóvenes, no lo olvidaré nunca”.

Y que, al otro lado del mundo, en Australia, Alemania e Italia, en Francia, Suiza y los Estados Unidos haya personas que se preocupan por los niños y jóvenes argentinos, que bailan tango para ayudar, esto es algo que a menudo deja sin habla a todos los responsables de los tres hogares. Y que les da fuerza para su trabajo y genera un infinito agradecimiento.

 

Tabla informativa

“Rico como un argentino”

A principios del siglo XX Argentina figuraba entre los diez países más ricos del mundo. Un dicho popular rezaba: “Ser rico como un argentino”. El país no se identificaba con América Latina, Inglaterra y Francia servían de orientación y modelo para su propia existencia.  Buenos Aires era comparada con Londres y París. A poco más de un siglo, Argentina tiene la reputación de un país latinoamericano en crisis, arruinado económicamente por el endeudamiento, por las crisis económica y financiera y por la corrupción

Brecha entre ricos y pobres

La última crisis en el país, en el 2001/2002, conllevó el colapso total de la economía. El país se recuperó durante la primera década debido a los precios favorables de las materias primas en el mercado internacional. Pero Argentina sigue sufriendo el aumento de la recesión y el desempleo y el empobrecimiento creciente. Aproximadamente el 23 por ciento de la población vive por debajo de la línea de pobreza y el 8 por ciento por debajo de la de indigencia. La brecha entre ricos y pobres es cada vez más ancha.

Once millones de niños por debajo de la línea de pobreza

Este desarrollo se refleja claramente en la situación de los niños y adolescentes. Muchos jóvenes tienen que buscar una posibilidad de trabajo, incluso antes de haber terminado su educación, para asegurar su supervivencia y la de sus familias. Alrededor de la mitad de los 11 millones de niños menores de 14 años viven por debajo del nivel del mínimo vital. Aproximadamente 1,5 millones de adolescentes argentinos viven en la calle y no tienen educación ni trabajo. La mayoría provienen de familias en las que ni el padre ni la madre tuvieron alguna vez un trabajo fijo remunerado.

Buenos Aires – Tango y 21 barrios marginales

Buenos Aires, en otros tiempos la “París de Sudamérica” y centro del arte, de la cultura, la política, la industria y del comercio; al igual que antaño, la metrópoli del tango por antonomasia, no es lo que era en lo que se refiere a la antigua riqueza.

La ciudad y las zonas circundantes cuentan actualmente con 21 villas miseria, cuya población se triplicó en los últimos 20 años. Cada vez son más los niños y jóvenes que no asisten a la escuela —incluso en la capital—, que terminan en la calle, cada vez más expuestos a la violencia física, psicológica y sexual.